La directora de Udimuf analiza el uso patriarcal del lenguaje en la información sobre el atentado reciente contra la periodista sampedrana
Por Vanessa Siliezar*
Debemos usar las palabras con responsabilidad, principalmente si lo que decimos alcanza a una gran audiencia. Tomemos como ejemplo la frase crimen pasional. Decir crimen pasional no parece tener importancia, ¿verdad? Son solo dos palabras que a nadie le causan daño.

El problema es que usarlas sí tiene importancia y puede ser dañino. Usamos esas palabras sin preocuparnos porque nos hemos acostumbrado a verlas en los medios de comunicación cada vez que un hombre mata o intenta matar a una mujer. También las vemos en las raras ocasiones en que una mujer es la autora de un hecho criminal de esta clase.
Es importante saber el efecto nocivo que una frase como esa puede tener en la opinión pública. Tomemos un caso reciente en el que los medios emplearon la frase crimen pasional sin medir las consecuencias que pueden tener en la imaginación colectiva, o sea, en la manera como la gente considera al autor y a la víctima de un hecho violento.
El caso es el de la periodista Riccy Moreno. Enrique Peña, con quien supuestamente Moreno tenía una relación amorosa, chocó su carro contra el de la presentadora de televisión y luego la atacó a tiros. Moreno sobrevivió al ataque y Peña se suicidó poco después.
Los medios de comunicación, como este, repitieron en sus notas la frase crimen pasional usada por la policía hondureña para describir las causas del hecho. El mismo medio usó muchas fotografías sensuales de Moreno sacadas de sus redes sociales para “condimentar” otra nota sobre el atentado.
Última publicación en el Instagram de Riccy Moreno.
¿Por qué la frase crimen pasional resulta inadecuada en un caso como el de este atentado? Porque la frase existe para cuestionar las acciones de mujeres como Riccy Moreno, pero a la vez oculta otras palabras que deberían calificar la acción criminal que Peña cometió contra ella.
El uso de esta frase por los portavoces de la policía hondureña no solo muestra que no han investigado a fondo el caso. También revela que sus averiguaciones no han ido más allá de la relación causal entre Moreno y Peña. Por otro lado, siguen un patrón de ideas influido por el pensamiento patriarcal firmemente enraizado en la sociedad hondureña.
Es muy cómodo para las instituciones de investigación aceptar este discurso sexista y misógino. Les sale mejor decir a la población que el caso de Moreno es un crimen pasional. Lo dicen a priori, sin investigar, sin hacer caso a los elementos de ensañamiento del atentado contra la periodista hondureña.
A los medios se les olvida agregar que Enrique Peña actuó con premeditación. Tampoco comentan que el victimario tenía claro lo que iba a hacer. Tan claro lo tenía que al creer muerta a Moreno —porque esa era su intención– se mató porque de ese modo cumplía un plan que incluía el uso de un arma de fuego.
Se suicida hombre que disparó contra la presentadora de Televisión, Riccy Moreno, en San Pedro Sula.
El ahora fallecido fue identificado como Enrique Peña Ramírez. pic.twitter.com/5F9sSpp0ZK
— Radio Cadena Voces (@RCVHonduras) October 22, 2021
En este y en casos parecidos, la frase crimen pasional tiene varios propósitos que no saltan a la vista, pero que están ocultos, esperando el momento para levantar su fea cabeza. Uno de esos propósitos es esconder la frase correcta, es decir intento de feminicidio, ya que eso fue lo que en realidad ocurrió en el caso de la presentadora de televisión atacada a tiros.
Como en el caso de Riccy Moreno, la sociedad patriarcal usa los medios de comunicación para invisibilizar cotidianos ataques contra las mujeres. La culpa, según los medios, es de la comunicadora porque cuelga imágenes sexualizadas de su cuerpo en las redes sociales. La culpable, agrega el discurso patriarcal, es Moreno y no la sociedad que impone un discurso de dominación machista sobre la mujer y convierte al cuerpo femenino en una cosa que es propiedad del hombre.

Sin embargo, el cuerpo femenino no es un objeto que el cliente puede usar según sus caprichos y botar después. No es una cosa que otra persona puede usar y luego quemar, destruir y tirar. No es propiedad de nadie más que de la mujer que vive dentro de ese cuerpo.
Ahora bien, ¿qué pasa si le damos vuelta al discurso? ¿Qué tal si pensamos como piensan los hombres? ¿Por qué no buscar un ejemplo en el que los hombres exponen su cuerpo en las redes, lo venden, hacen dinero y les pasa lo mismo que a Riccy Moreno, o sea, otras personas atentan contra su vida como resultado de su autoexposición pública?
Pues lo que sucederá es que la sociedad no va a decir jamás que se trata de un crimen pasional. Los medios dirán que todo el asunto tiene que ver con que el hombre era narco o algo parecido. El hombre en este caso no es un objeto, como sí lo sería la mujer que se hallara en circunstancias parecidas.
En realidad, exponer su cuerpo no tiene nada de malo. Puede hacerlo en las redes sociales, si quiere. Sin embargo, nadie juzga los ojos con los que se ve ese cuerpo. Es lo que llamamos capital erótico.
Las mujeres lo explotan y capitalizan. En su caso, el capital erótico posee un valor económico y social. El gran problema de una sociedad fundamentalista y de doble moral como la nuestra es que crecemos en una cultura supersexualizada que compra y consume el cuerpo de la mujer, pero a la vez la cuestiona y la señala.
Debemos acabar con esa doble moral, alimentada por la cultura machista, para impedir que casos como el de Riccy continúen y se conviertan en cosa de todos los días.
*Abogada, feminista, defensora de derechos humanos, catedrática universaria y directora de la Unidad de Desarrollo Integral de la Mujer y la Familia (Udimuf).