Por Teddy Baca
El temor a la denuncia, la dependencia económica familiar, la falta de información a la mano y el nulo reconocimiento convierten a los más jóvenes en las principales víctimas de la represión social
No existen factores determinantes en la construcción de la orientación sexual o identidad de género. Se habla de interacción entre predisposición genética, ambiente y hormonas prenatales, pero todavía es incierto qué pesa más. Tampoco existe una edad precisa para saber cuándo una persona la descubre, pero se suele mencionar que entre los tres y siete años para la identidad de género y siete y 15 años para la orientación sexual. Hay casos de descubrimiento en la adultez, pero esto se relaciona con el estigma vivido en infancia, el cual se vincula con el tema en discusión.
El padre que golpea a su hijo por probarse los tacones de su mamá, que lo lleva a prostíbulos para “hacerse hombre”, la abuela que lleva a su nieta a la iglesia para que se le “quite” su homosexualidad, los maestros que expulsaron al adolescente por andar de la mano con otro varón, la niña trans que es acosada por compañeros de escuela y vecinos, todos estos son algunos de los escenarios que enfrenta la infancia y adolescencia LGTBIQ+ en Honduras.
Muchas de estas manifestaciones de violencia forman parte de la crianza tradicionalista, por lo que a menudo pasan inadvertidas, aún cuando todas están prohibidas, ya sea por el Código de la Niñez o el Penal.
Pese a que en el país existen prohibiciones en la provisión de servicios basados en la orientación sexual o identidad de género (artículo 211 del Código Penal) y el maltrato familiar en el artículo 26 del Código de la Niñez, así como sanciones por discriminación en general, los menores de edad por lo general tienen que ocultar su sexualidad para no sufrir represalias, las cuales vulneran su integridad física, psicológica o incluso su vida.
Además de esto, todavía existe la creencia de que la diversidad sexual es una “aberración o patología susceptible de modificarse”, pese a no ser considerada de esta manera por las diferentes organizaciones de salud mental. Por tanto hay todavía esfuerzos para “cambiar” la orientación sexual e identidad de género (Ecosig), metodología dañina y fraudulenta generalmente promovida por iglesias fundamentalistas denunciadas ampliamente por la ONU, la OMS y la CIDH.
El temor a la denuncia, la dependencia económica familiar, la falta de información a la mano y el nulo reconocimiento de estas por parte del Estado convierten a los más jóvenes en las principales víctimas de la represión social y eventualmente pueden culminar en marginamiento y estigma en la adultez.
Es necesario hacer valer todas las voces. La diversidad sexual no es una tarjeta de identificación que obtienes a los 18 años, es una característica personal que en la mayoría de casos está presente desde que somos conscientes del mundo que nos rodea. Por lo tanto, la violencia que surge por esa razón debe ser denunciada, prevenida y eliminada.
