En medio de lágrimas, tristeza y miedo, las hijas y la esposa de Juan Orlando Hernández se despidieron del exmandatario acusado por la justicia estadounidense de varios delitos, incluyendo el narcotráfico
Por Redacción de Reportar sin Miedo
Tegucigalpa, Honduras. El castillo de corrupción y crimen del expresidente Juan Orlando Hernández se derrumbó de un zarpazo certero. En unas pocas horas sorpresivas y dramáticas, dignas de una serie de Netflix, a JOH se le vino abajo su imperio de sangre.
De narcodictador aparentemente invencible pasó a ser un criminal encadenado de pies y manos. De la noche del lunes 14 a la tarde del martes 15, el megalómano de mano de hierro a quien se le cumplían todos los deseos se abochornó en público luego de despedirse de su esposa y sus hijas, quizá por muchos años, si la justicia prevalece y le hace pagar todos sus desmanes.
Los espectadores estamos en el filo de los asientos, esperando el desenlace de este melodrama hecho de engaños y muerte.
¿Qué nuevas sorpresas traerán las próximas horas para JOH y para el pueblo hondureño que sueña con recibir justicia tras doce años de dictadura nacionalista?