Las/los funcionarios deben poner en el centro de su labor la laicidad para avanzar contra los fundamentalismos que ponen en peligro la vida de las mujeres y la diversidad sexual
Por Sara Tomé
Tegucigalpa, Honduras. Es altamente preocupante que continuemos normalizando las narrativas de funcionarios públicos que claramente son manifestaciones de odio y violencia hacia las poblaciones de la diversidad sexual.
Discursos que son emitidos desde entidades gubernamentales altamente simbólicas para la población hondureña, como el Congreso Nacional, una institución desde donde debería pensarse y legislarse a favor de los derechos de las personas en su diversidad y no al contrario, lugar desde donde impunemente los diputados incitan al odio.
En este escenario político no se trata de lo que demandamos las poblaciones LGBTIQ como personas y ciudadanas que habitamos este territorio hondureño, sino sobre qué medidas deben tomar las instancias correspondientes para frenar los discursos de odio protagonizados por funcionarios públicos.
Manifestaciones como las del diputado Tomás Zambrano deberían convocarnos a repensar la función de las/los diputados.
Me preocupa aún más que no reparen entre sus tan magnos estudios académicos en la filosofía feminista que desde las ciencias jurídicas han [estado]/están contribuyendo a ampliar las miradas retrógradas de la justicia patriarcal y occidental, además, ofrece un legado conceptual vivo y en expansivo crecimiento por los derechos e igualdad de las mujeres.
Las organizaciones tienen décadas de señalar que las/los funcionarios públicos deben poner en el centro de su labor la laicidad para de este modo poder avanzar contra los fundamentalismos que tanto ponen en peligro la vida de las mujeres, de la diversidad sexual y de toda posibilidad desde la diferencia.

Sara Tomé es lesbiana, feminista y disidente.