El crimen se paseó el martes 20 por el Centro Femenino de Adaptación Social, a pocos kilómetros de Tegucigalpa, Honduras. Las autoridades no reaccionaron ante los disparos y el fuego que mataron a 46 mujeres privadas de libertad. “La población penitenciaria nunca ha sido un tema que les importe a estos gobiernos”, dijo la familiar de una de las asesinadas
Por Redacción de RSM
Tegucigalpa, Honduras. Un ambiente de luto, dolor, angustia, impotencia y desesperanza se vivió hoy afuera del Centro de Medicina Legal y Ciencias Forenses en la capital hondureña.
El peligro en los centros penales de Honduras está latente, llámense centros de “máxima seguridad o de mínima”. La zozobra es la misma, puesto que funcionan bajo un alto nivel de sobrepoblación. Además, sus normas violan derechos humanos mientras los funcionarios o guardias se coluden con el crimen y delitos conexos.
La mañana del 20 de mayo de 2023, el crimen se paseaba por las instalaciones del Centro Femenino de Adaptación Social (Cefas), a pocos kilómetros de la capital de Honduras. Mientras tanto, las autoridades penitenciarias de la zona no observaron nada ni reaccionaron ante los disparos y el fuego que cobraron la vida de 46 mujeres privadas de libertad.

En el país no hay autoridad que se haga responsable de estos crímenes cometidos bajo tutela del Estado. Sin embargo, lo que sí queda grabado mediante videos de cámaras internas son personas privadas de libertad portando armas largas para acechar contra la vida de las contrarias, como si estuvieran en una guerra de camping.
Todas las personas que se encontraban en espera de noticias de los cuerpos de sus familiares exigían justicia a las autoridades hondureñas. Al mismo tiempo, maldicen haber elegido a la presidenta Xiomara Castro como gobernadora de este país porque aseguran que no ha cumplido con sus promesas y menos con proteger la vida de sus familiares. “La población penitenciaria nunca ha sido un tema que le importe a ninguno de estos gobiernos. Imagínese que les dan comida como si fueran perros, hasta llena de gusanos”, dijo una de las entrevistadas.

La noche del 20 de mayo puede que haya sido normal para cientos de hondureños. Sin embargo, para las familias que vivieron la agonía y el dolor de la pérdida de uno de sus seres queridos es un día que jamás olvidarán.
“Días como este son los que yo nunca olvido. Recuerdo cuando asesinaron a mi papá de crianza. Eso fue hace 15 años y todavía lo tengo grabado en mi memoria como si ayer fuera”, declaró a Reportar sin Miedo la sobrina de una de las víctimas.
Asimismo mencionó que en dos días —es decir, hoy— iba a visitar a su familiar para que viera a sus cuatro hijos juntos, pues las medidas de ingreso en los centros penales no han permitido que sus cuatro hijos la visitaran. “Ahora no sé qué les voy a decir a los niños. Ni el rostro le van a ver porque estos malditos me la quemaron”, manifestó entre sollozos e impotencia.
El dolor las vuelve agresivas
El reloj marcaba las horas y las noticias que salían de las instalaciones de Medicina Forense seguían siendo las mismas, el mismo número y los mismos nombres de las víctimas. Ni una más, ni una menos.
Esta situación profundiza aún más la angustia de las señoras que se encontraban afuera. Eran madres, otras tías, abuelas, hijas, pero todas comparten el mismo luto, un sufrimiento que solo ellas saben cuánto va a durar.
Durante la espera, para no sentir las horas, los familiares de las víctimas hacen videollamadas a otras que salieron del país por miedo de perder sus vidas. “Por eso me vine, tío”, decía una joven mientras hablaba con su familiar aquí, “yo no iba a volver a estar presa y me iban a cargar el payaso”.

El señor de unos 55 años, originario de Villanueva, Cortés, un poco más prudente, dijo entre líneas: “No digas eso que aquí hay mucha gente, hay periodistas, doctores y toda esta gente está escuchando todo”.
Las horas avanzaban y dieron las dos de la tarde. Cinco cuerpos identificados no habían sido reclamados. Reportar Sin Miedo conoció que estos cadáveres eran de mujeres que pertenecían a la pandilla MS-13. No habían sido llevados por sus familiares hasta sus tierras nativas porque tenían temor de reclamarlos y ser una víctima más.
Al cabo de las 2:30 p.m. del 22 de junio, un joven de unos 21 años de edad hablaba vía teléfono con alguien a quien llama el Toro. Estaba escondido bajo un árbol, sollozando, con los ojos rojos y cansados de tanta espera.

La llamada duró entre cinco y ocho minutos. Al final, el joven se acercó a un grupo de tres mujeres y un hombre de tez trigueña y manifestó: “Tío, ya viene el mero Toro a traer los cuerpos. Ahora sí ya nos vamos, pero con ellas”. Debido al ruido, el señor no logró escuchar lo que el joven susurró. “Que ya viene el mero Toro, ya nos vamos a ir”. De esa manera se refirió a uno de los que controlan la situación adentro y a quien habían delegado para que hiciera el reconocimiento.
Entre periodistas, abogados, investigadores y médicos forenses se encontraban cinco estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Los jóvenes hacían un fotorreportaje para una de las asignaturas. El grupo estaba formado por tres mujeres jóvenes y dos hombres. Todos juntos como forma de protección, siguiendo las indicaciones que les habían dado en el aula.
Una de las jóvenes, muy humilde y con cautela, se acercó a una de las familiares que se encontraba afuera de Medicina Forense para pedirle que la apoyara con una corta entrevista. “Vos querés que te meta ese teléfono en la boca o que querés que haga con vos”, le preguntó de forma violenta.
La situación generó nervios y desconsuelo en la joven estudiante que solo anda ánimos de aprender y conocer más de la profesión. Por otra parte, también se logra ver que la violencia es en todos los niveles en este país y que pese a que las personas ahí afuera estaban viviendo un duelo, también pueden volverse agresivas.
“Es el resultado de la ingobernabilidad”
Afuera de Medicina Forense se aglomeraban los familiares de las víctimas, niños, niñas, hombres, mujeres mayores, voluntarios de la Cruz Roja, elementos de Copeco. En la multitud también se hallaba la defensora de derechos humanos Claudia Ferrari, directora de la Asociación Paz y Superación de Honduras (Asopazh). Ferrari conversó con Reportar sin Miedo y exigió que se investiguen estas muertes provocadas a manos del Estado.
Hemos pedido que depuren el personal del Instituto Nacional Penitenciario y no lo han hecho. Estoy agotada de ver el desconocimiento de las autoridades. Este es el resultado de la ingobernabilidad que tienen los centros penales desde hace años.
Claudia Ferrari, Asopazh
Ferrari es del criterio que el error más grande de las autoridades penitenciarias fue avisar el plan que tenían y no ejecutarlo en silencio, con expertís y conocimiento.
“Hemos pedido que depuren el personal del Instituto Nacional Penitenciario (INP) y no lo han hecho. Estoy agotada de ver el desconocimiento de las autoridades. Este es el resultado de la ingobernabilidad que tienen los centros penales desde hace años por la colusión de las autoridades, como la directora civil del INP, que lo que hizo fue coludirse y cometer asesinatos de personas privadas de libertad”. Ferrari se refirió con esas palabras a las muertes provocadas en los centros penales en el gobierno del extraditado Juan Orlando Hernández.

Ferrari condena que Fuerzas Armadas retome el mando de los centros penales a nivel nacional. “Estamos tratando con grupos preparados y que saben diseñar su trabajo como criminalidad organizada. Necesitamos gente con conocimiento de administración penitenciaria porque esta gente tiene la solución, pero en Honduras estas personas con esa capacidad no tienen oportunidades”, denunció la también defensora de derechos humanos.
Las nubes grises en Tegucigalpa crecen a cada segundo, como si el universo supiera que el país cinco estrellas está de luto y vive bajo la sombra de la impunidad. Mientras tanto, las familias dolientes de las 46 mujeres que perdieron la vida de forma violenta y que quedan en una nebulosa con cero respuesta exigen justicia y que les presenten al responsable de este crimen.
Aunque la mayoría de los cuerpos ya fueron entregados a su familiares, las instalaciones de Medicina Forense estarán marcadas en la mente y la historia de 46 familias que hoy lo único que piden es justicia.