El documental En 40tena con el agresor, con financiamiento de Udimuf, registra el clamor de las mujeres organizadas y habitantes de La Ceiba, Tela, La Masica, Jutiapa, Arizona y otros puntos de la costa atlántica, quienes dan testimonio del infierno vivido durante el confinamiento de 2020 debido a la pandemia del COVID-19
Por Óscar Mejía*
San Pedro Sula, Honduras. Desde los diversos colectivos que bregan por mejorar las condiciones de vida de las mujeres en Honduras en todos sus aspectos, se alzan voces que denuncian los vejámenes que a diario sufre la mujer en todos los círculos donde se vincula al hombre, como pareja, hija o mujer en un país hundido en un espiral de violencia, gestada desde las mismas esferas de poder.
Con el auspicio del gobierno de Canadá, el apoyo de Oxfam y el programa Voz y Liderazgo de las Mujeres y bajo la dirección y producción de Dunia Orellana y la edición de Dennis Arita, el documental En 40tena con el agresor registra dicho clamor de las mujeres organizadas y habitantes de La Ceiba, Tela, La Masica, Jutiapa, Arizona y otros puntos geográficos de la costa atlántica, quienes dan testimonio del infierno vivido encerradas con sus maridos durante el confinamiento de 2020 debido a la pandemia del COVID-19.


El rostro de la violencia contra la mujer en Honduras es tan complejo y tiene varias facetas que hace que esta problemática tan sensitiva en el seno de la sociedad hondureña (patriarcal, machista, homofóbica y autoritaria y cómplice) se torne como las cabezas de la mítica Hidra: se le cercena una y de la herida brotan más con igual capacidad letal que la testa mutilada.
Una de las entrevistadas, Vanessa Siliezar, líder de Udimuf, plantea que quien asesina a la mujer en Honduras es el Estado, por la permisividad legal y complicidad que brinda al agresor y homicida de la mujer, que en vez de ser perseguido, encerrado y condenado, más bien es, inmediatamente, protegido por la ley que ampara y tolera el vejamen y el feminicidio, y lo ve como incidente natural.



Y las mismas instancias de justicia del Estado no cuentan con los recursos económicos, técnicos ni legales ni profesionales necesarios para siquiera luchar contra la violencia contra la mujer, ni existe la voluntad política para legislar en pro de la protección de la mujer dentro y fuera de casa.
Así que niñas y mujeres son víctimas y presas fáciles de agresores, extorsionadores, abusadores, acosadores y homicidas que gozan de una especial licencia para atropellar y matar con saña y crueldad excesiva a sus mujeres o hijas o hermanas o nietas o sobrinas por el simple hecho de ser mujeres, víctimas de un sistema que perpetúa la depredación y la barbarie que las castra y las mutila, les niega el derecho de ser dueñas de su cuerpo y su destino, las castiga, las humilla y apaga sus vidas.
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*Ensayista hondureño.