En la mayoría de las series y películas que he visto donde aparecen parejas LGBTI+, una de las personas de la pareja muere o su relación no puede continuar porque la sociedad lo impide, muy pocas veces las parejas LGBTI+ viven una historia larga y feliz
Por Kate Orellana
Tegucigalpa, Honduras. Estuve no sé cuántos días encerrada en mi habitación viendo The Walking Dead, sin ánimos de nada más que quedarme en la cama intentando sobrevivir a otro episodio depresivo, lo de ver la serie no es porque sea una de mis favoritas, sino porque tiene muchos episodios, y verla evita que lleguen los pensamientos intrusivos o que me concentre en ellos. Sirve de mucho cuando me siento así.
Seguramente te estás preguntando qué tiene que ver eso con el derecho a la vida de las personas LGBTI+, bueno, te respondo, todo y a la vez nada.
Siendo una serie posapocalíptica, se evidencia en cada capítulo la facilidad con la que las personas pueden morir, es triste pero es algo que los personajes saben con certeza.
Veía en uno de los episodios cómo una pareja gay hizo mención de que incluso en ese mundo donde la vida es un recurso tan valioso, estaban viviendo discriminación por ser dos hombres en una relación.
Eso me hizo pensar en todas las series y películas que he visto donde aparecen parejas LGBTI+ y en su mayoría el resultado es el mismo, una de las personas de la pareja muere o su relación no puede continuar porque la sociedad lo impide, muy pocas veces las parejas LGBTI+ viven una historia larga y feliz.
Suena tan triste, pero no está alejado de nuestra realidad y no me refiero a los zombies, espero que eso siga siendo ficción, me refiero a la discriminación, a las violencias y a la esperanza de vida de las personas LGBTI+ en Honduras.
De hecho, te cuento que estuve en la presentación del Estudio sobre el acceso a la justicia de la población LGBTIQA+, particularmente de la población trans, en Guatemala, Honduras y El Salvador y acá te menciono algunos de los resultados.
Se evidenció que en ninguno de los tres países existe un marco normativo aplicable a la identidad o expresión de género, tampoco una legislación especializada aplicable a crímenes de odio y acceso a la justicia. De hecho, las personas LGBTI+ no son consideradas, por la sociedad, como una población vulnerable, eso genera una invisibilización en los crímenes de odio y a esto se le suma que no existan unidades especializadas para la atención de denuncias de las personas LGBTI+.
Las organizaciones de sociedad civil, en su mayoría, asumen un rol de sensibilización de funcionarios del sistema de justicia, pero existe una enorme desconfianza de parte de las personas LGBTI+ hacia estas instancias. Muy razonable nuestra desconfianza, todo el sistema acaba generando violencia hacia nosotras de alguna manera.
Según el estudio, lo que genera mayor desprotección a las personas LGBTI+ son el patriarcado, los fundamentalismos religiosos y, como era de esperarse, la influencia de los medios de comunicación.
Entendiendo eso, te cuento algunos de los obstáculos y barreras en el acceso a la justicia para las personas LGBTI+ en Honduras, divididos en tres áreas: político, cultural y legal.
En lo político está la falta de voluntad política estatal y la no aprobación de propuestas normativas presentadas por organizaciones de sociedad civil en cuanto a la protección y reconocimiento de derechos de la población LGBTI+.
Uf, ni ganas dan de hablar de la parte cultural. Pero se destaca la influencia que tienen algunos grupos, entre ellos los religiosos, los antiderechos y quienes simplemente se adhieren a estos grupos porque les parece entretenido discriminar, agredir y violentar a las personas LGBTI+.
Y aunque apreciamos el tiempo y los recursos invertidos en estos estudios, necesitamos acciones concretas que evidencien que se está trabajando para intentar protegernos porque estudios hay muchos, pero acciones, ninguna.
En cuanto a lo legal, todo es demasiado binario, existen muchos vacíos legales que sólo empeoran nuestra situación y, sobre todo, no hay reconocimiento de la identidad de género y la reforma normativa penal, en lugar de protegernos, hace todo lo contrario.
Y aunque apreciamos el tiempo y los recursos invertidos en estos estudios, quienes estábamos en el salón escuchando los resultados estuvimos de acuerdo en algo: necesitamos acciones concretas que evidencien que se está trabajando para intentar protegernos porque estudios hay muchos, pero acciones, ninguna.
Si eres una persona LGBTI+ en Honduras y estás leyendo esto, no lo hago con ánimos de asustarte, pero tampoco pretendo mentir y romantizar los discursos donde nos utilizan y prometen miles de cambios.
Quizá no sea tan alarmante como estar en medio de un apocalipsis zombi, pero sin duda ser una persona LGBTI+ conlleva un riesgo, eso lo he escuchado tantas veces que se vuelve decepcionante. Por eso aprovecharé para contarte algunas de las historias por las cuales continúo motivada a defender los derechos de las personas LGBTI+ porque no todo ha sido malo y las historias bonitas también merecen ser contadas.
En el año 2021, trabajaba en Cattrachas y como llevaba las comunicaciones sugerí hacer una actividad para el Día Internacional del Orgullo, diseñé algunas camisas y cada persona LGBTI+ que deseara una podía pasar a recoger la suya a las oficinas de la organización.
El día transcurrió bien y la actividad salió de lo mejor, la hora de cierre era a las 4:00 p.m. Como 15 minutos después de eso, entre la lluvia y el agotamiento del día, alguien tocó a la puerta.
Al abrir me encontré con una mujer, quizá de unos 40 años de edad o más, no podría saberlo con certeza, estaba toda agitada y, cuando la saludé, me contó que había hecho todo lo posible por llegar durante de la actividad, pero no lo había logrado, ya que recién salió de su trabajo buscó un transporte y, como no lo consiguió, se fue a la oficina de Cattrachas corriendo bajo la lluvia.
La hice pasar para que ya no continuáramos mojándonos bajo la breve llovizna que aún persistía, le pregunté su talla, pero me dijo que la camisa no era para ella y con pesar le expliqué que no se permitía llevar camisas a otra persona porque era una actividad personal y de inmediato me sentí mal al ver cómo sus ojos se le cristalizaron, lo que no sabía es que pronto yo iba a tener que reprimir mis ganas de llorar.
Ella de inmediato me contó su historia. Me dijo que su hija de tan solo 12 años había visto la publicación sobre las camisetas LGBTI+ y ella como madre quería mostrarle su apoyo, así que estaba dispuesta a hacer lo que fuese necesario para poder llevarle una de esas camisas.
Le pedí que tomara asiento y fui por una de las camisas, luego la madre con la voz entrecortada me pidió consejos sobre cómo apoyar a su pequeña, ya que toda su familia estaba juzgando a ambas, a la niña por haber dicho que era lesbiana y a la madre por decidir apoyarla. Me contó lo difícil que era para ella y expresó lo mucho que amaba a su pequeña y que no le importaba lo que tuviese que pasar con tal de que su hija fuese feliz.
Cuando decidí decirles a mis padres la situación, fue un desastre y tuve que irme de casa a los 17 años, así que esa madre y su historia fueron algo que me tocó mucho y me generó tantos sentimientos. Le comenté todo lo que podía hacer y adónde abocarse, pero, si algo destaco de aquel día, es que hay personas que nos van a amar tal cuales somos, sin intentar cambiar nada de nosotras.
Otra de estas historias ocurrió este año. Estaba de visita en Tela y andaba en la feria con mi familia, acababa de llevar a mi hermano a comprar un bote de burbujas cuando alguien me tocó el hombro. Al girarme me encontré a un chico menor que yo, con una sonrisa en su rostro mencionó que me conocía de Tik Tok, le correspondí el abrazo y me contó su historia.
Me dijo que mis videos le habían ayudado a salir del clóset y a cómo hacerlo de la mejor manera y, aunque su familia no había reaccionado como esperaba, ahora vivía una historia de libertad en la que se sentía bien por poder mostrarse al mundo sin tener que fingir que era heterosexual.
Se sintió tan bien saber que al menos alguien no vivió lo que yo sí, hubiese deseado que en mi adolescencia me hubiesen instruido o simplemente dicho que no estaba mal porque me gustaban las chicas, que no tenía que sentirme culpable por eso.
Cada acción, por pequeña que parezca, aporta a que el derecho a la vida de personas LGBTI+ no sea ficción, sino una realidad en Honduras.
Y la última historia que te contaré es de una adolescente trans, la conocí en una fiesta de acción de gracias hace un par de años. Su madre fue quien me invitó junto a otras amigas y, mientras esperaba a que el resto llegase, la niña de quizá 13 o 14 años se acercó y me contó que veía mis videos y que, de hecho, ella quería aprender a hacerlos.
Estuvimos platicando un buen rato y me habló de cómo la molestaban en su escuela por su transición, pero que no permitiría que eso le afectase porque estaba orgullosa de ser quien era y créeme que escuchar a alguien tan joven decir eso con tanta seguridad me llenó de orgullo, yo desearía ser tan fuerte como ella algunas veces.
Con mucha emoción también me habló de sus sueños y aspiraciones y, el día en que lo logre, estaré ahí en primera fila aplaudiendo.
Como esas, tengo muchas historias más. En cada una de las que recuerdo he vuelto a casa feliz de saber que aunque sea un reto muy difícil se puede vivir siendo persona LGBTI+. Y por cada una de esas personas es que vale la pena luchar, sin importar a cuántas dificultades nos enfrentemos porque después de todo son vidas de personas inocentes las que están en juego.
Además, he conocido parejas LGBTI+ mayores con hijos e hijas siendo felices, viviendo historias de éxito, porque, para mí, el éxito es alcanzar la felicidad y estabilidad, si ellos, ellas y elles pudieron, no dudo de que tú y yo podamos serlo. Que cueste no significa que sea imposible.
Cada acción, por pequeña que parezca, aporta a que el derecho a la vida de personas LGBTI+ no sea ficción, sino una realidad en Honduras.
Te aprecio mucho, gracias por leerme una vez más. Cuidate y recuerda que viva te quiero, pero sobre todo feliz.