Los prejuicios sociales disfrazados de valores no pueden estar por encima de la salud mental de las personas, incluyendo las que conformamos la diversidad sexual
Por Teddy Baca
Tegucigalpa, Honduras. ‘’No queremos ideología de género’’, exclamó el cristiano ofendido por la existencia de la homosexualidad, la transexualidad y la liberación de los roles de género. Mientras tanto impone a sus hijos de seis años el ir a la iglesia y promueve miedo al infierno por no seguir la doctrina.
No es la primera vez que escribo sobre los ‘’esfuerzos de corregir la orientación sexual e identidad de género’’. En ContraCorriente pude denunciar estas metodologías por ser fraudulentas y dañinas.
Retomando un poco el tema, las Ecosig son procedimientos que buscan convertir personas LGTBIQ+ en cisheterosexuales. Nunca han probado de forma confiable su efectividad. Por el contrario, es mucho más común encontrar casos de depresión, ansiedad, intentos suicidas y sexualidad clandestina en sus usuarios/as. Por esta misma razón no son aceptadas por la comunidad científica, mucho menos por entes internacionales de derechos humanos. Pese a ello, menos de 20 países las penalizan.
Y si bien algunos médicos/as, psicólogos/as, docentes y psiquiatras son a menudo cómplices en la promoción y ejercicio de estas (la cual refleja una cadena de desinformación y violencia), la mayoría de Ecosig están en el diario vivir, infligidas por padres, madres, abuelos/as, curas, pastores y sacerdotes, desde el uso de golpes, gritos y humillaciones hasta el confinamiento, el chantaje y el abuso sexual.
Sobre lo que pasa en Honduras en temas de diversidad, las iglesias fundamentalistas tienen mucha permisividad para subirse a sus púlpitos u organizarse en las marchas públicas para condenar la diversidad sexual y exigir nuestra ‘’conversión’’, intentando separar a la gente de sus sexualidades o expresiones de género en lo que denominan vaga y absurdamente ‘’ama al pecador, más no al pecado’’, lo que de lejos de estigmatizar, termina patologizando nuestras vivencias y por tanto, alejándonos de nuestros derechos. Pregunto yo: ¿Acaso creer que prevenir o modificar nuestra sexualidad no es una aceptación implícita de que los prejuicios tienen razón? Es decir, creer que el problema somos nosotros por existir de esta forma en lugar de la sociedad que diariamente rechaza, se burla y agrede a todo lo que sea diferente a lo establecido.
Y aunque digan que no es así, ¿no tiene más sentido dejar que las personas vivan su sexualidad sin interpretar cuál es la que deberían tener? ¿No es acaso lo más ‘’neutral’’? Pero es que ese es el punto. No son neutrales, desean que no existamos, que seamos alguien más, no aceptan que la gente sea distinta porque asumir eso significa trastocar su creencia de que los hombres y las mujeres “deben” estar juntos.
La sexualidad es un eje importante en la vida de las personas, no se puede “separar” de ellas, de la misma forma que no es ético separarlas de su cultura o nacionalidad.

Todo el miedo y odio existente hacia la actual Ley de prevención de embarazos, que la presidenta vetó recientemente, está fundamentado en un odio exacerbado que tienen muchos y muchas de tener hijos LGTBIQ+. Lamento decirles a los padres y madres que, si sus hijxs son así, nada ni nadie los va a cambiar. Tampoco lo van a poder prevenir. Resulta impráctico y doloroso sólo intentarlo.
La falta de sanciones y el silencio que rodea el tema son ingredientes esenciales para un caldo de impunidad. Si a eso le sumamos que la mayoría de víctimas de las Ecosig son niños, niñas y adolescentes que poca o ninguna posibilidad tienen para denunciar por la clara dependencia familiar, tendremos como resultado una cultura conversiva.
Las pocas personas que aducen querer “cambiar” son aquellas con un fuerte sentimiento de culpa y autocondena que han asimilado por esta cultura conversiva, por lo que permitir el uso de estas prácticas es, además de promover el fraude, reforzar los estigmas sociales sobre la diversidad sexual.
Es urgente que la penalización de las Ecosig se vuelva una urgencia dentro de la agenda de las organizaciones de sociedad civil, del Mecanismo de Prevención de la Tortura, del Congreso Nacional y la Secretaría de Salud, Colegio Médico y Colegio de Psicólogos por el simple hecho de que estos procedimientos violan los derechos fundamentales sobre la libertad y la autonomía, además del daño emocional producto de los mismos.
Los prejuicios sociales disfrazados de valores no pueden estar por encima de la salud mental de las personas, incluyendo las que conformamos la diversidad sexual.