Activistas, trabajadoras de ONG y funcionarias se reunieron en el evento para tratar los problemas que contribuyen con la migración de las mujeres en la región
Por Dashiell Allen
Chicago, Estados Unidos. Después de tres meses de incansable organización y coordinación en siete países, la organización sin fines de lucro Latinas en Poder celebró a mediados de octubre su primera “Cumbre Transnacional de Mujeres en Estados Unidos, Mesoamérica y el Caribe”.
El evento, de una semana de duración, reunió a activistas de base, trabajadoras de ONG y funcionarias electas de toda la región para hablar ampliamente de los problemas a los que se enfrentan las mujeres y que contribuyen a las causas fundamentales de la migración.
“Queríamos tener algo que decir sobre el debate de la migración en [EE. UU.] preguntando a las propias mujeres en sus países de origen por qué están migrando”, explicó la directora de Latinas En Poder y cofundadora de la Fundación Picis, Nitza Segui Albino.
El triángulo norte, formado por los países centroamericanos de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, es considerado por algunos como el “epicentro” de la violencia de género. En El Salvador, un estudio de 2018 mostró que 13.49 de cada 100,000 mujeres fueron víctimas de feminicidio, mientras que el 67% reportó haber experimentado “algún tipo de violencia”.
Esta es la primera cumbre de este tipo que incluye tanto a Estados Unidos como a América Latina, según Albino, quien ha trabajado en derechos humanos y desarrollo durante más de 20 años, incluso como jefa de la Unidad del Caribe en la Organización Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas.
“Muchos de los temas que tocamos son cuestiones relacionadas con los derechos humanos que se supone que son mandatos de las convenciones internacionales, pero no muchos países los aplican como se supone”, dijo.
Uno de esos ejemplos puede ser la Convención sobre los Refugiados de 1951, que establece que “un refugiado no debe ser devuelto a un país en el que se enfrente a graves amenazas contra su vida o su libertad”.
La cumbre se celebró -tanto virtualmente como en persona- en México, El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Puerto Rico y Estados Unidos. Pequeñas delegaciones, compuestas principalmente por inmigrantes latinas, viajaron a un país o territorio diferente para reunirse con líderes de la sociedad civil. Luego, aprovechando la conectividad que ofrecen plataformas como Zoom, intercambiaron pensamientos y experiencias como colectivo transnacional.
Las dificultades a las que se enfrentan las mujeres salieron a relucir en esos debates. En una de las sesiones participó la diputada hondureña Olivia Zúniga Cáceres, del partido opositor Libre, que unos días antes había sufrido un atentado contra su vida.
“No puedo encender mi cámara”, dijo, “tengo cuatro fracturas en la mandíbula y los dientes”. A pesar de ello, dijo, “para mí es muy importante hablar en este evento, porque da poder a las mujeres sólo por saber que no estamos solas”.
Zúniga Cáceres es la hija de la fallecida defensora de los derechos humanos indígena lenca Berta Cáceres, cuya sonada muerte en 2016 dio lugar a un caso de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que involucra a un antiguo ejecutivo de una presa hidroeléctrica que fue declarado culpable de planear su asesinato.
En esa misma sesión participó Ana Irma Rivera Lassén, la primera mujer negra y abiertamente LGBTQ en liderar un partido político en Puerto Rico, quien habló de la importancia de mantener siempre una visión interseccional. “No olvidemos que las leyes y los derechos no son neutrales… responden a cosmovisiones patriarcales y racistas que siguen siendo hegemónicas en nuestra sociedad”, dijo.
Desde Estados Unidos, Palmira Figueroa, subdirectora de distrito de la congresista demócrata y líder del Caucus Progresista Pramila Jayapal, dijo que “como todos los presentes sabemos, el sistema migratorio de este país está completamente roto, es injusto y afecta a las mujeres y a los niños en una proporción mucho mayor [que a los hombres]”.
Todo se puso sobre la mesa durante la cumbre -desde la migración hasta la violencia contra las mujeres, pasando por el cambio climático y la apropiación de tierras- y de forma deliberada, porque Nitza Albino y los demás organizadores consideran que todos estos problemas están interconectados.
“No es que me sorprenda, pero las mujeres realmente quieren tener este tipo de conexión”, dijo Albino.
Ella personalmente eligió pasar su tiempo en Guatemala, el mismo país que visitó en junio la vicepresidenta Kamala Harris, cuando dijo se hizo famosa la frase que les dijo a los migrantes centroamericanos: “No vengan”.
“El gobierno de Biden hizo la promesa de que las cosas iban a cambiar para los migrantes. Hasta ahora seguimos esperando ese cambio”, dijo Albino.
La cumbre culminó con un manifiesto de ocho páginas, en el que se exigen “transformaciones sociales en el marco de los derechos humanos para desmantelar el modelo patriarcal, neoliberal y neocolonial que sustenta [las Américas]”.
Habla de la igualdad y la discriminación, los derechos de los trabajadores, la educación, los derechos sexuales y reproductivos, la violencia de género y la necesidad de una financiación equitativa para las organizaciones dirigidas por mujeres (las mujeres sólo representan el 43% de las juntas directivas de las organizaciones sin ánimo de lucro en Estados Unidos, y sólo el 33% de las que tienen ingresos superiores a 25 millones de dólares).
Nacida en Puerto Rico, Albino visitó por primera vez Washington DC para trabajar como becaria del excongresista Bill Richardson, de Nuevo México, y desde entonces ha estado trabajando para mejorar los derechos humanos en las Américas. Desde que participó en los primeros movimientos estudiantiles en su país, siempre ha “defendido todo tipo de derechos, incluido un sistema no colonial” para Puerto Rico. Para ella, eso significa la independencia.