Trojes es otra puerta para cientos de mujeres desplazadas de distintas nacionalidades cuyo objetivo será pasar lo más pronto posible por Honduras para llegar a Guatemala, México y finalmente Estados Unidos en busca de mejores oportunidades para ellas y sus familias

Edición: Iolani Pérez
Redacción: Ethel Valladares
Documental: Andrea Hernández, Fernando Banegas
Video y fotografía: Dogfilm/Danny Flores
Este reportaje fue financiado por la International Women’s Media Foundation
Tegucigalpa, Honduras. “Sí, pasé muchos momentos donde lloré… los pies hinchados, gracias a Dios no me salieron llagas y pude seguir. Las mujeres con niños para mí son las más guerreras en el paso de la montaña La Bandera (el Tapón del Darién), lugar donde más mueren migrantes”.

Este es parte del relato que Alejandra, una joven de 25 años originaria de Mérida, Venezuela, cuenta mientras permanece en una esquina del parque del municipio de Trojes, El Paraíso, en el oriente de Honduras, zona fronteriza con Nicaragua.
Trojes es otra de las puertas para Alejandra y cientos de mujeres desplazadas de distintas nacionalidades cuyo objetivo será pasar lo más pronto posible por Honduras para llegar a Guatemala, México y finalmente Estados Unidos en busca de mejores oportunidades para ellas y sus familias.

Trojes: poco de paraíso, más de suplicio
El municipio está ubicado a tres horas vía terrestre de Tegucigalpa, la capital de Honduras. Es una zona rural de aproximadamente 53 mil habitantes, según el último censo poblacional de 2020.

Tres años atrás, poco o nada pasaba en la zona, su posición fronteriza ha permitido a sus pobladores y pobladoras desde siempre salir a Nicaragua y regresar con facilidad para transacciones ganaderas y agrícolas.
En el transcurso del 2021 y 2022, el flujo migratorio irregular alteró por completo el estilo de vida en la comunidad y Trojes ha pasado de ser una comunidad tranquila a convertirse en un punto estratégico para personas de diversas nacionalidades que buscan llegar a Estados Unidos.

El Instituto Nacional de Migración de Honduras, de enero de 2021 hasta octubre de 2022, ha contabilizado un total de 158,790 personas que han ingresado de forma irregular por la frontera de Trojes y Guasaule en el sur del país.
De la cifra oficial se cuentan 43,006 mujeres, 12,693 niñas y 15,625 niños por espacio de un año. La mayoría de menores oscilan entre 0 y 5 años, todos acompañados por sus padres.
Los días en Trojes transcurren ahora de forma agitada. Desde las cinco de la mañana comienzan a llegar personas en grupos provenientes de Nicaragua y cada vez son más…
El salvoconducto
Es casi la una de la tarde de un viernes en las oficinas de migración de Trojes y la fila no avanza, cientos aguardan en las aceras a la espera del salvoconducto que les autoriza transitar por cinco días sin ningún obstáculo en Honduras, anunciado por el Gobierno de Honduras hasta diciembre de 2022 de forma gratuita.

En sus ojos, las mujeres reflejan el dolor del camino recorrido. En sus cuerpos, las huellas del peligro de la selva: su piel afectada por las picaduras de insectos o el inclemente sol, tobillos inflamados al punto de no calzar más que sandalias, deshidratación y un panorama que a simple vista parece incierto. Ahora no hay tiempo para descansar y sanar, el objetivo por cumplir es conseguir el salvoconducto para continuar su recorrido.

Nadie quiere conversar. Nadie quiere contar lo que ha vivido días atrás, todos permanecen a la espera de la respuestas de los oficiales de migración.
En una esquina, una joven se pasea con su hijo, no mayor de dos años. El pequeño sin camisa muestra picadas en toda su espalda que su madre ha cubierto con medicamento blanquecino. Ella se acerca y nos pide información para activar su celular y poder avisar a su familia que ha llegado con bien a Honduras

Se trata de Elioskarith Fernández, de 26 años de edad, originaria del estado de Táchira, Venezuela. Lleva 15 días de recorrido junto con su esposo y su hijo Moisés.
“Tenemos 15 días de haber salido de Venezuela y lo más difícil que he pasado es El Darién. Hay pantanos… mucho barro. El río, cuando llueve, crece. Había personas muertas, heridas, niños enfermos, todo eso es lo que más difícil me ha parecido en la selva”.
Venezuela encabeza la lista de ingresos en Trojes. La mayoría está viajando en compañía de su familia, parejas cuyo rango de edad oscila entre 30 y 40 años y sus hijos que aún son bebés.
El bienestar de estos es la mayor preocupación de las madres, como nos detalla Elioskarith.

“Mi esposo siempre lo lleva cargado, siempre lo lleva encima… Sin mi esposo sería difícil, sería incapaz de pasar la selva con el niño sola, y yo siempre le pido perdón a él -Elioskarith rompe en llanto- porque yo siempre lo puse en riesgo en la selva y si le hubiera pasado algo, sería mi culpa, cuando llovía a él le daba malestar, pero nunca se me enfermó”.
La densa selva del Darién es una pesadilla para mujeres que viajan solas o con sus hijos. Fuera de los peligros de la naturaleza, hay estructuras del crimen organizado que extorsionan a estas mujeres y sus familias, exigiéndoles altos costos para movilizarlas de montaña en montaña, en algunos casos las someten al abuso sexual y muchas veces a la muerte.
La estafa y la muerte
La carretera de Trojes, a pesar de sus condiciones accidentadas, es transitable para llegar a Tegucigalpa en tres horas, aproximadamente. Todos los que quieren salir de Trojes van a la ciudad cercana de Danlí en autobús o transporte propio.
Desde su ingreso a Honduras, para un migrante irregular todo se trata de dinero. Al llegar al punto ciego fronterizo de Nicaragua-Honduras, debe pagar de tres a cuatro dólares a un mototaxi que lo lleva al pueblo. Tras obtener el salvoconducto pagará de 10 a 15 dólares en un autobús para llegar a Danlí. Si el permiso migratorio tarda más de un día, los locales rentan habitaciones a un costo de 30 dólares o más. El autobús de Danlí a Tegucigalpa oscila entre 30 y 35 dólares.
La estafa y la desinformación están a la orden del día. Se están organizando redes ilegales dedicadas exclusivamente al transporte de los desplazados por rutas “alternas” en pick up, por 25 dólares se les promete llegar más rápido, cortando caminos y cruzando ríos.

Al momento de realizar este reportaje, se registró una tragedia en la comunidad de Santa María, a 20 minutos de Trojes. Un pick up llevaba más de 26 personas, en su mayoría de nacionalidad venezolana. El conductor del auto, al encontrarse en una pendiente montañosa, perdió el control, resultando cuatro muertos y más de 16 personas heridas. El chofer se fugó con 500 dólares pagados por los viajeros.
De igual manera se denuncia la falta de información de las autoridades de transporte. No hay necesidad de crear rutas alternas para un viajero que se encuentra de paso, nos indica el subcomisionado del Comité de Contingencias, Copeco, Fernando Amador.
Lo que se escucha, lo que se hace…
De todas las voces, ninguna sabe cuál es el mejor consejo que puede entregar, todas las mujeres dan gracias a Dios por permitirles estar a tres países de su destino final. Y su expresión cansada y de llanto constante solo recuerda la pesadilla y cómo buscó cada una la manera de salir pronto de la selva.

Jhorgelys Coén salió de Maracaibo, Venezuela, hace 23 días -contados hasta el momento de nuestra plática-. Permanece sentada en el parque de Trojes junto a su hija de dos años, mientras extiende la ropa húmeda del viaje en los barandales. Logró refugiarse con su familia en uno de los albergues durante la noche anterior. Pudo cenar y descansar ayer y también obtuvo el desayuno de esta mañana.

Con el semblante visiblemente cansado y la voz entrecortada decide contar cómo ha resultado este camino para ella y su hija.
Vistan a sus hijas con ropas de niño
“El consejo que les doy a madres es que, si traen una niña, no se la entregan a nadie, trate de vestirlas de niño porque en la selva decían que a las niñas las violaban y mataban… Yo la vestía con ropa de niño, le quité los zarcillos (aretes), nunca la desnudé delante de las personas, así nos mojamos porque nos caían esas lluvias intensas y la niña se quedaba dormida… Nunca traté de quitarle la ropa, trataba siempre de armar la carpa, la metía y ahí la cambiaba”, relata Jhorgelys.

Esta joven madre pensaba en la seguridad de su hija en todo momento. Cientos de niños y mujeres permanecen vulnerables y el riesgo es constante.
En abril de 2021, Médicos Sin Fronteras instaló un programa de asistencia humanitaria en la zona de Panamá y, al cierre del año, sus datos registraron más de 400 casos de abuso sexual contra niñas, niños, mujeres y también hombres. Para julio del 2022 ya se cuantificaban 120 casos de violencia sexual.
Trojes es una zona de paso para todas estas mujeres, pero es imposible no escuchar expresiones de alivio cuando ven atrás y relatan lo que han vivido y superado.
Las nacionalidades aquí son diversas. El Instituto Nacional de Migración ha registrado de 2021 a 2022 un flujo migratorio, en su mayoría, de los siguientes países: Cuba, Venezuela, Haití, Ecuador, Colombia, República Dominicana, Nicaragua, India y Brasil.

En menor escala, pero muy frecuente, se encuentran ciudadanos provenientes de Yemen, Afganistán, Tailandia y África.
Farah Deeba Nawabi es una periodista afgana que huye junto con su esposo e hijo del régimen talibán. También ha cruzado la selva y nos relata que ante la crítica situación de su familia en Afganistán, decidieron comprar un boleto a Brasil para luego emprender su camino vía terrestre a Estados Unidos, a pesar de lo que todo esto ha implicado para ellos.

“En nuestro país, no podemos lograr nuestras metas y sueños porque yo no tengo derechos, no puedo trabajar allá porque el talibán no nos permite. Yo voy a Estados Unidos a estudiar, a trabajar, por las mujeres de mi país y que mi hijo estudie… para salvar mi vida”.
Alrededor del mundo vamos a encontrar historias como las de estas mujeres, por qué se van de sus hogares. Las historias y necesidades son diversas, los contextos políticos que nos confrontan, los fundamentalismos religiosos, la pobreza, el futuro incierto, pero, sin duda, los Estados y las políticas internacionales deben volver al 49.5% de la población mundial (las mujeres), agentes de cambio y dinamizadoras de sistemas económicos y de alto impacto para las comunidades.