La violencia de género es un mal que trasciende barreras y no escatima en daños. La desinformación y el sensacionalismo propagan la ignorancia abasteciéndose de conceptos erróneos como la supuesta “ideología de género”, la cual es utilizada como arma de desestabilización social para perpetuar la violencia. Keren Goldstein Yehezkeli nos lleva a un recorrido por el mundo para concienciar del daño que esto causa y para que las voces de las mujeres silenciadas hagan eco en la sociedad
Texto e imágenes de Stephanie Mondragón
Tegucigalpa, Honduras. Usando el arte como medio para la concientización social, la curadora Israelí Karen Goldstein Yehezkeli expuso su obra She is Gone, con la cual busca educar respecto a la violencia de género y cuáles son las consecuencias mortales de perpetuar estas acciones.
Goldstein destaca que no es una artista. Sin embargo, decidió usar el arte como una importante herramienta para hacer cambio social. La obra consta de un grupo de 20 vestimentas de mujeres de diferentes partes del mundo que han sido asesinadas por sus parejas o familiares a causa de la violencia a la cual han sido sometidas en su entorno social y cultural.
Arte con sabor a protesta
ONU Mujeres, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), la Red Lésbica Cattrachas y la Embajada de Israel en Tegucigalpa apoyaron la exposición en protesta por la violencia contra las mujeres. La exhibición está compuesta por vestimentas de víctimas mortales de violencia de género de diferentes países, incluido Honduras.

Dicha exposición ha alcanzado renombre mundial luego de ser presentada en Israel, Estados Unidos, Costa Rica, Grecia, Chipre y en la sede mundial de la ONU en Ginebra.
Keren Goldstein Yehezkeli, directora y curadora de la exposición, se destaca por ser una activista social israelí. Según ella, se han logrado recolectar diferentes prendas en cada uno de los países visitados, por lo cual la obra sigue aumentando su tamaño con el paso del tiempo y lugares de exposición.
Durante una semana se realizaron conferencias en donde mujeres policías, estudiantes y activistas sociales compartieron la exposición con la curadora. A pesar de venir de un país lejano, Yehezkeli disfrutaba de la cercanía de los asistentes quienes conmovidas por el peso de cada una de las piezas de la exposición compartían experiencias personales.
Más que arte, un manifiesto por la justicia
La pieza que inició la recolección de la obra fue un bello vestido de tul rosa que perteneció a Anat Elimelech, modelo y artista israelí asesinada por su pareja el 2 de diciembre de 1997. Su familia trabajó por años para lograr que alcanzara la justicia que su caso amerita.
Aún luego de su asesinato, la modelo sufrió violencia de género dado que la versión que los medios de comunicación y autoridades difundieron fue que Anat había llegado al apartamento de su pareja para quitarle la vida y luego suicidarse, cuando realmente ocurrió lo contrario.

Su familia luchó para esclarecer la verdad de los hechos, pues por tradición judía se le había enterrado en una parcela destinada a personas que cometen suicidio. Una vez que el hecho fue esclarecido, su cuerpo fue exhumado y sepultado en la zona general del cementerio. Sin embargo, su familia debió pasar nuevamente por el duelo y revivir el traumático suceso.
“Ella se ha ido” es una exposición sin precedentes que se concentra en mostrar cómo la violencia basada en género llevó al asesinato de estas mujeres. Se trata de víctimas de la objetización social que fomenta las bases de la inseguridad a la cual se ven sometidas.
“Tenemos varias vestimentas aquí que pueden indicar diferentes religiones, estatus social, estatus económico, que son parte de diferentes comunidades y también diferentes edades, tenemos una niña aquí que tenía trece años de edad, era una niña arabe quien fue asesinada básicamente por no querer casarse”.
De fondo resonaban canciones de cuna en 18 idiomas representando a las mujeres representadas en la exposición, lo cual causa una atmósfera de vulnerabilidad en los visitantes.
Al mencionar el impacto buscado, Goldstein comenta: “Esperamos poder concientizar y que esto pueda ser lo suficientemente impactante para que se sienta, esperamos tocar corazones… para inspirar a las personas a actuar”.

El impacto visual es sorprendente, no sólo al ver las culturas reflejadas en las vestimentas, sino al dimensionar a las mujeres que algún día llevaron esas prendas con orgullo por las calles de sus localidades, trabajando, estudiando, siendo madres, esposas e hijas.
Es por ello que la idea de la exposición no es solamente ver las vestimentas de las víctimas, sino también tocarlas y olerlas. La experiencia termina en una conexión real que llena de impotencia y angustia luego de recapacitar en la verdad. Estas mujeres ya no están con nosotros porque no pudieron escapar de la violencia.
Un país altamente peligroso para las mujeres
El sueño de Keren es “un mundo donde los hombres puedan expresar sus sentimientos libremente, donde las habilidades de las mujeres sean reconocidas y donde nuestros niños y niñas vivan los valores de la compasión, aceptación, seguridad y empatía”.
La exposición demuestra cómo alcanzar esa posición es casi imposible. Entre los dogmas sociales y religiosos no se alcanza el nivel de educación necesario que pare las conductas violentas que por siglos se han perpetuado y que han dejado tantas víctimas en el camino.
Honduras no es la excepción. Recientemente el gobierno presidido por la presidenta Iris Xiomara Castro dio a conocer un cambio en la currícula académica, en la cual la educación sexual y con enfoque de género se incluirían como requisito en primaria y secundaria. Lamentablemente, representantes de sociedad civil y padres de familia estallaron alegando que no permitirían que sus hijos fueran adoctrinados con la “ideología de género”.
Posteriormente se desataron una serie de actos de violencia con el estandarte de defensa de la familia y de las buenas costumbres. Lamentablemente, esto solo propaga la ignorancia y evita que podamos acceder a una educación transformadora. La misma secretaria de Educación publicó un mensaje negando la inclusión de la “ideología de género” en los espacios curriculares.
Ese concepto erróneo ha causado un grave problema de desinformación en la sociedad para quitar mérito y desacreditar la educación con enfoque de género. Honduras es un país sumamente peligroso para las mujeres. Según el Centro de Derechos de la Mujer (CDM), 2021 finalizó con un total de 297 muertes violentas de mujeres y en lo que va del 2023 se han contabilizado 83.
Al reflexionar en la exposición, las similitudes de los patrones de violencias son innegables. La sociedad, la familia, el Estado y las Iglesias tienen un papel fundamental para que esto evolucione por medio del conocimiento y la conciencia, ya que la ignorancia es una de las peores armas.
Honduras evidenciado por medio del arte
La sala de la exposición contaba con una pieza que se destacó. Se trataba de un vestido rojo, largo y con un broche de brillantes perteneciente a Monick Martínez, asesinada por su pareja el 25 de julio de 2020. Al igual que las otras víctimas, fue revictimizada en su proceso legal por el sistema.
Martínez fue una abogada perteneciente a la comunidad LGBTIQ+ quien al momento de los hechos estaba unida informalmente con su victimario dado que las leyes hondureñas no permiten el matrimonio igualitario. En Honduras, los asesinatos basados en identidad de género y orientación sexual según ley son “asesinatos agravados“. Sin embargo, en su caso nunca se tomó en cuenta dicho principio. Por ello, su pareja fue condenada a solamente once años y nueve meses de prisión.

Monick es sólo una entre cientos de historias que el país tiene en su larga lista de violaciones de derechos humanos. Como en casos similares, aunque se obtiene cierto grado de justicia,la impunidad y la violencia siguen presentes, como sucedió con el caso de Thalía Rodríguez.
Mientras tanto se sigue desinformando con conceptos inexistentes. Según Plan International, la educación con enfoque de género “busca que se propicien mejores condiciones para las niñas, brindándoles los recursos para que no sean víctimas de violencia, para que hagan respetar sus derechos y eviten situaciones que las releguen dentro de la sociedad, tales como el embarazo precoz”.
La violencia no cesa
Goldstein asegura que su mayor satisfacción es la respuesta del público ante la obra, principalmente cuando una mujer se acercó a ella luego de una noche de exposición para confesarle que una vez había tenido la oportunidad de verla y que al salir decidió pedir ayuda para salir de su situación de violencia. Reconoció que, de no haber sido por ese día, seguramente su vestimenta también estaría como pieza de la colección.
A lo que Keren respondió: ”Con eso puedo decir que lo he logrado”. Reconoce que su motivación principal es educar y validar las voces de las mujeres que ya no están o que no se atreven a hablar por miedo a las represalias.

Para culminar compartió que espera cerrar su obra tal vez en dos años en las salas de la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Sin embargo, teme que para ese entonces ya haya recolectado al menos unas 200 piezas, lo que realmente deja una sensación de angustia al reflexionar en la realidad del presente, la violencia no cesa.