En un mundo de estereotipos, las periodistas originarias laboramos con profesionalismo y valentía mientras rompemos con narrativas que nos invisibilizan
Por Lissy Serén
Tegucigalpa, Honduras. Ser mujeres periodistas originarias no es solo una cuestión de identidad, sino de resistencia a diario. Enfrentamos el racismo que viene a descalificar nuestra preparación, forma de hablar y apariencia, y también el machismo que cuestiona nuestra autoridad y limita espacios.
En un mundo mediático dominado por estereotipos, las periodistas originarias enfrentamos una doble carga: ejercer la labor con profesionalismo y valentía ante las adversidades y romper con las narrativas que nos han invisibilizado.
Durante décadas, los estándares de belleza en los medios de comunicación han privilegiado rasgos como piel clara, cabello liso, cuerpos estilizados y formas de hablar que obedecen a una norma impuesta.

Para las mujeres de pueblos originarios, esto representa una exclusión real. Nos sometemos a comentarios con matices humorísticos sobre nuestra apariencia, acento o vestimenta tradicional, como si nuestra identidad fuera incompatible con el ejercicio del periodismo profesional.
En los medios de comunicación nunca se ve una periodista indígena o afrodescendiente con cabellera colocha y piel morena. Esto se refleja hasta en las fuentes cuando se excluye a las personas de pueblos originarios porque no responden físicamente a un modelo de belleza, aunque muchas veces solo ellas tengan conocimiento de ciertos temas importantes.
Frecuentemente, los anuncios para contratar a periodistas para televisión se hallan en un entorno de ideales inalcanzables que privilegian ciertos rasgos y deslegitiman la diversidad. Siempre se describen como requisitos los estándares de belleza, dejando a un lado la capacidad y la inteligencia que cada mujer posee sin importar sus rasgos culturales.
El rol de los medios tradicionales ha sido central en la creación y consolidación de estereotipos que asocian la eficacia profesional con una imagen física acorde a estándares de belleza.
La restricción estética no solo afecta la imagen pública de la mujer periodista, sino que incide en su desarrollo profesional. Al verse obligadas a alinearse con estos criterios, las personas indígenas enfrentan el dilema de elegir entre la preservación de su identidad cultural y la aceptación de un molde estético impuesto por el discurso mediático dominante.

Muchas personas optan por la necesidad de realizarse procedimientos estéticos de belleza en cabello y cuerpa, todo por encajar con los estándares impuestos o requisitos laborales que exigen la mayoría de las empresas.
Esta discriminación se convierte en un acceso limitado a oportunidades laborales en los medios de comunicación. Siempre se les relega a los roles secundarios para mantenerlas invisibles.
Radios comunitarias, periódicos digitales y plataformas digitales se han convertido en trincheras desde donde estas mujeres difunden sus verdades, rompen el cerco mediático y empoderan a sus comunidades.
Estos medios, sostenidos con mínimos recursos y bajo constante amenaza, son el reflejo de su compromiso con la autonomía informativa y la autodeterminación.



