Se fue Mario de Mezapa de este mundo, pero deja un legado de canciones que reflejan la realidad hondureña
Por José Manuel Serén
Foto de portada: Radio Progreso
Tegucigalpa, Honduras. Mario Ernesto Castro, conocido por el pueblo como Mario de Mezapa, conoció desde niño la pobreza y el sufrimiento, pero también la esperanza convertida en canto rebelde. Hijo único, recibió la guía y protección de su madre, doña Rita Castro, quien se las arregló sola después de que el padre de Mario la abandonara a su suerte con apenas tres meses de embarazo.
En sus primeros años escolares, Mario se destacó por la declamación de poemas. Cuando cursaba quinto grado, el maestro Eugenio Romero Bulnes le obsequió una guitarra, que elevó su aspiración de ser músico. Dio sus primeros pasos en su amplia carrera cantando las canciones de Javier Solís y la Sonora Matancera.
Una voz desde el interior del país
La tierra, la esperanza y la dignidad fueron las inspiraciones en las que se afianzó el reconocido cantautor hondureño Mario de Mezapa.
Su nombre honra su origen. Una tierra próspera lo vió nacer, crecer y desarrollar sus talentos, renaciendo una inmensa esperanza popular en Mezapa, su pueblo natal. Es en honor a este hermoso y pequeño pueblo en el departamento de Yoro que lleva su nombre artístico.
Su voz proveniente desde el interior del país ofrece un vistazo crudo y honesto, de una realidad totalmente contraria a la de un escritor de ciudad. Sus versos reflejan una poesía nacida del pueblo y que desde aquí se entiende, aprecia y disfruta.
En sus canciones les canta a las mujeres, a la vida, al amor, sin dejar de abordar la realidad, costumbres, tradiciones y nuestra vida política.
Su primer lanzamiento fue de 12 canciones grabadas en casete, con el título Retorno al campo. Luego grabó su disco compacto Junto al pueblo. Después trascendió otra producción a cargo de Costa Norte Record: De sucias, cadejos y cucuruchos.
El hijo de Mezapa fue un luchador incansable por las causas justas. Llegó al corazón de los hondureños conscientes a través de una voz honesta y comprometida que refleja la rebeldía contra las injusticias que sufre el pueblo hondureño.

Un reflejo de la realidad hondureña
Mario de Mezapa convirtió sus canciones en un reflejo fiel de la realidad hondureña. Fue además una pieza fundamental para generar conciencia social y hacer que la gente se identificara con él a través de este arte.
La mitología, las leyendas, la lucha histórica de trabajadores, campesinos y sectores desposeídos vieron en sus versos la dignidad de la palabra y la memoria del pueblo.
La historia nos remonta a recordar a ese artista rebelde que se identificó con la lucha en el pueblo hondureño y acompañó la reforma agraria.
Arte al servicio de la justicia social
El artista se despidió de esta tierra, pero sembró una semilla de lucha y rebeldía que renacerá en el corazón de quienes anhelan ver justicia social y el Estado de derecho, que buscan la igualdad como la establecen la Constitución de la República y los tratados internacionales.
En los últimos años, desde el Instituto Nacional Agrario (INA), De Mezapa seguía impulsando su lucha a favor de la reforma agraria, demostrando su fidelidad y convicción de que la tierra debía ser un derecho para quienes la trabajan.

En el ámbito político, fue fundador del partido Libertad y Refundación (Libre), que actualmente gobierna el país al mando de la presidenta constitucional Xiomara Castro.
Recordamos que durante la crisis política por el golpe de Estado del 2009 que derrocó al expresidente José Manuel Zelaya, De Mezapa hizo sentir su voz musical firme dentro de los movimientos sociales en rechazo a este acto de ruptura democrática del país.
Nunca vivió del arte
A pesar de ser reconocido a nivel nacional e internacional, el cantautor nunca se interesó en vivir del arte.
Resaltó por su humildad y preocupación por la cultura de los trabajadores del país y en especial de la obreras de maquila.
Aparte de la música, incursionó en obras teatrales con el grupo Miguel Cálix Herrera y también intentó ser sindicalista.

Valladares de su vida
La vida de Mario Ernesto Castro no fue fácil. A sus 18 años conoció a su padre, de quien sacó su vocación artística.
Sus inicios en la música fueron en los años setenta. Por medio de su activismo en el movimiento campesino experimentó luchas y triunfos y abrió las puertas del éxito en los escenarios.
El apoyo de los grupos campesinos lo catapultó a la fama, ya que sus primeras producciones estaban relacionadas con la lucha por la reforma agraria. Eran asimismo un rescate de la mitología hondureña, las leyendas de nuestro pueblo y la relación explotadora entre el patrono y el obrero.
En la Central Nacional de Trabajadores del Campo (CNTC) en Puerto Cortés, de la que formó parte durante una recuperación de tierra, ocupó el cargo de secretario de arte y cultura. Aquí logró mayor proyección que lo dió a conocer en diferentes lugares del país y lo impulsó como artista con el nombre de Mario de Mezapa.
De la calle a los escenarios
En busca de un futuro mejor, De Mezapa emigró a Tegucigalpa. Una vez que estuvo en la capital del país, su padre le envió una carta, pidiéndole que se fuera a vivir con él. Sin embargo, después lo echó a la calle porque no quería estudiar la Biblia.
Descansaba en las calles y parques. Vivía en tal incomodidad que se adaptó a dormir sentado porque los policías de ese entonces no permitían esas escenas en lugares públicos.
Se dedicó a lavar carros, cuidar bicicletas en el estadio y lustrar zapatos. También trabajó de albañil y carpintero, oficios que le permitieron ganarse la vida.
Murió con convicción y esperanza
Hasta sus últimos días, mantuvo su convicción en la reforma agraria, un sueño de esperanza para miles de campesinos que luchan por una parcela de tierra y una vida digna.
Los restos mortales de Mario de Mezapa fueron velados en Naco, Quimistán, Santa Bárbara. Posteriormente fue llevado al Stibys, en San Pedro Sula. Ahora descansan en Mezapa, su pueblo natal en el departamento de Yoro, tierra que inspiró su canto y su lucha.
«Yo soy el cantar del pueblo y a mi pueblo quiero cantar para decirle cantando la puritita verdad»: estos versos de una de sus canciones pintan de cuerpo entero a Mario de Mezapa.
Murió, pero su memoria sigue viva en el corazón del pueblo.



