El problema es de abuso de poder, de maltrato y actitudes homofóbicas, según la directora del Grupo Sociedad Civil, quien analiza en esta nota la crisis que atraviesa el mecanismo de protección
Por Jessica Sánchez
Tegucigalpa, Honduras. Sí, es cierto, el mecanismo de protección tiene sus fallas, siempre lo dijimos. Desde sociedad civil, esta denuncia se hizo a nivel nacional y se llevó internacionalmente, no solo una vez. El problema no es que no se reconozcan estas falencias, tampoco que sea un tema solo de defensa de trabajadores/as despedidos (que en todo caso, deberían despedirse con todos sus derechos). El problema es de abuso de poder, de maltrato y actitudes homofóbicas. Todas ellas actitudes patriarcales, recordando que el empoderamiento no siempre es feminista, también puede ser patriarcal. Se trata de violaciones a la propia Ley de Defensores/as. Yo misma he recibido varías denuncias de violaciones en esta Secretaría y eso no se puede desconocer. Las denuncias se toman y no es que en este periodo vamos a ver cuál es legítima y cuál no. Para eso está un proceso de investigación y me extraña que algunos citen la falta de “pruebas” cuando eso era lo que defendíamos en el gobierno pasado. La validez de la palabra de los y las defensores, de la gente, de cualquiera que lo demande.
Ahora, sí me preocupa que las propias autoridades no actúen como tales, poniéndose a la par de sociedad civil en peleas bizarras. No estamos en el mismo nivel de poder. Ustedes son Estado, tienen el poder. Por mi parte, estoy muy desgastada no solo de las superautodefensas o amenazas cada vez que escribo, sino de la virulencia de las expresiones en contra. Yo, una mujer organizada y escritora, no soy o no debería ser motivo de atención. ¿Se imaginan el desbalance de poder entre mi grito y el de una Secretaría de Estado o una Dirección Estatal? Somos y soy ante la esfera gubernamental poca cosa. ¿Tanto problema sería que Xiomara nos escuchara? En todo caso siempre puede no hacernos caso, como hasta ahora. Nosotras somos peces, ustedes una corriente. Ustedes con toda su maquinaria estatal, con todo y bots. Me pregunto por qué me veo obligada a defenderme cuando este era el Gobierno del inicio del sueño de la democracia y la libertades para las mujeres. Me veo obligada a velar por mi paz y seguridad física-mental, por la de mi familia, apartándome de algunos espacios y procesos. Si eso quieren, ahí está, lo tienen. Simplemente porque ya no quiero dar explicaciones y decir que no soy cachureca. Porque ya no quiero golpes, otra vez, de ningún tipo. Ningún proceso donde me repita y me vea siempre a contracorriente como el salmón. Si mi lucha (porque no todo empezó hace 12 años y aunque así fuese ahí estuvimos) o mi palabra no es suficiente o es pecado, ni modo. Me pondré tapones para los oídos y me “mamaré” las consignas y la propaganda donde todo se justifica con la palabra “narcodictadura”, así como me encajé el “vida mejor” en su tiempo. De todos modos, resistente e incómoda al poder siempre fui, hasta para nacer.

Aprendiendo estoy que mi lado siempre ha sido el más oscuro y desesperado, un sitio de la noche cálida y tropical, el lugar donde converge la voz de las personas políticamente incorrectas en cualquier sistema: las habladoras, las desquiciadas y hedonistas, las mártires y madre-esposas, las golpeadas, las presas, a las que nadie hace caso, de las trans que bordean las calles, de los sabios mendigos, de la negritud y la indiada, de las escritoras y los poetas en riesgo social, de las amantes y los imprudentes, de las insolentes y atrevidas, de las forzadas a escapar, de las desaparecidas y las mutiladas, de las infames que se mueren de sed, solo por no darle el gusto al patrón de probar su agua. Soy hija de las risas descarnadas, de la enfermedad y sus consecuencias. Del miedo y de la firmeza de una decisión. Del sol y su la alegría revoltosa. Hija de la lluvia y el rayo, de los mercados irreverentes y ajenos, donde absolutamente todo es temporal e intercambiable. Eso me lleva a recordar que el poder no es eterno y ningún pueblo llego a nada sin capacidad de diálogo y estrategia. Aun en las peores guerras del mundo, estos dos estuvieron presentes siempre.
Creo además que esta es una estrategia del poder (ojo, no de este precisamente), darnos la voz a las mujeres para ver cómo “peleamos” entre nosotras. Lo dijo Renato al más puro estilo doméstico: “arreglen la casa”. No, pues, a agarrar las escobas. Perdonen anticipadamente si les digo que, si hay algún perfil que no debería ser déspota o autoritario, descalificador burlón y autodefensivo, debería ser el feminista. A nosotras sí nos observan y no podemos ser las “consentidas” del poder (regalonas del patriarcado las llamó Margarita Pisano). No en este equilibrio tan frágil. No es el poder autoritario el que nos da la fuerza, nunca lo ha sido. Ojalá pudiéramos ver cómo se mueven las dinámicas mundiales y regionales para poder plantarle cara al poder hegemónico patriarcal. Detrás están todas las derechas y las que perderemos siempre seremos nosotras.