Me identifico como persona migrante, pues también tuve que migrar debido a que en mi pueblo no existía la oportunidad de estudiar en la universidad
Por Kate Orellana
Tegucigalpa, Honduras. Prepara los Doritos, tu identificación y ponte tu ropa más cómoda porque nos vamos de viaje. Nos guiaremos por el viento y el miedo de habitar nuevos espacios y así conocerás la historia del momento en el que me convertí en migrante.
También aprovecho para contarte la historia de una familia venezolana y cómo acabamos en una tienda de dulces haciendo expresiones raras y divertidas mientras se preparaban para emprender su viaje a Estados Unidos.
Comencemos con que hoy tuve un día muy cansado emocionalmente hablando, iba en el taxi, vi a esta chica de una edad muy similar a la mía, no podría saberlo con seguridad, y mientras esperábamos a que cambiara a verde para avanzar también pude apreciar cómo las personas que pasaban a su alrededor la veían mal por sostener un cartel de ayuda donde especificaba que estaba buscando como volver a su país, por esas acciones es que decidí que hoy vamos a hablar sobre migrar y a desmentir la desinformación que le rodea.
Hola, bella personita que se ha animado a leerme, seguramente cuando escuchas o lees sobre migración te resulte un tema muy trillado, los medios de comunicación se han encargado de darles un mal concepto o reputación a las personas migrantes. Es posible que lo primero que te venga a la mente sea una persona con dificultades económicas que ha decidido irse a otro país, pues dejame decirte que la realidad detrás de la migración es mucho más amplia.
Una persona migrante es toda aquella que se desplaza de un lugar a otro para cambiar su residencia ya sea dentro de un país, aquello a lo que se conoce como migración interna, o fuera de este, migración externa.
En ese sentido me identifico como una persona migrante pues debido a muchas dificultades y en palabras sencillas también tuve que hacerlo debido a que en mi pueblo no existía la oportunidad de estudio en la universidad, eso generó que me mudara a la ciudad, a cuatro horas de mi familia y de todo aquello que conocía.
El pueblo en el cual nací y crecí está lleno de naturaleza, personas amables y un ambiente tranquilo, o al menos así es para la mayoría de personas, pero no lo fue en su momento para mi. Cuando las personas supieron que me gustaban las chicas siendo yo una chica, 17 años tenía, el tema hizo que los hombres me siguieran por las calles mientras me gritaban o decían obscenidades y las mujeres me veían como si cargara con algo malo y sumándole dificultades familiares fue lo que provocó que aun dentro de mi adolescencia migrara a una gran ciudad en la que nunca antes había estado.

A eso se le conoce como migración forzosa o desplazamiento forzado, que es la forma de definir a aquellas personas que emigran para escapar de la persecución, represión, algún tipo de conflicto, desastres naturales o aquellos provocados por el hombre.
En mi caso, conflictos que atentaban contra mi seguridad personal.
Desearía poder decir que fue fácil marcharme, y que fue aún más fácil instalarse en un lugar completamente distinto, pero resultó todo lo contrario. Me mudé a una casa de estudiantes a unas calles de la universidad, aun así, no conocía a nadie.
El primer día fue un horror y los días posteriores un desastre, pero después de un tiempo me adapté. Pero nadie te prepara para enfrentar el mundo sola, mucho menos para identificar la maldad en las personas. Fue en esa casa, en esa ciudad, donde tres años más tarde abusaron sexualmente de mí y después de eso mi vida se fue en declive y toda aquella violencia de la que había huido cuando tenía 17 años me alcanzó.
Después de eso tuve que desplazarme nuevamente en busca de mi seguridad, esta vez terminé en Estados Unidos, ya que mi familia materna vive allá y, en vista de que mi abusador me quería matar, irme del país fue la opción factible.
Tuve la oportunidad de pedir asilo, pero decidí volver a mi país únicamente cambiando de ciudad, descuida, hermana, tuve más cuidado en cuanto a detalles de seguridad porque me negaba a renunciar a todo por lo que tanto había luchado.
Los problemas económicos suelen ser un motivo para desplazarse, eso no se niega, pero no son el único, tampoco significa que exista un tipo específico de personas migrantes y creo que ver mal a alguien que se está enfrentando a dificultades que quizá no logramos dimensionar es muy poco empático.
Las personas veían mal a la chica del semáforo mientras yo me veía reflejada en ella, así como vi a mis familiares y amistades que han tenido que emigrar. Y es posible que incluso tú podrías llegar a ver a alguien que quieres reflejado en ella.
Nunca es fácil, mucho menos lo merecíamos y el maltrato de las personas solo empeora la situación. Además, cuando migras te enfrentas a cientos de dificultades y riesgos como la trata de personas, terminar secuestrada o ser vendida para ejercer trabajo sexual y muchos otros peligros.
Pero no todo fue tan malo, de hecho, cuando me enfermaba o tenía un mal día, algunas veces estuve acompañada de personas que no eran mi familia, pero que me trataban como tal. Una vez estaba demasiado enferma y mi vecina, una señora de casi 50 años, junto con su esposo, se dio cuenta de mi mal estado, me consiguieron medicina y me llevaron por tacos mexicanos para hacerme sentir mejor.
Cuando le pregunté cómo le pagaba aquel gesto, me dijo que se lo devolviera ayudando a alguien más cuando lo necesitara, es así como terminé almorzando con una familia venezolana.
Fue en enero de este año, recién me acababan de depositar mi pago del mes e iba al Mall Multiplaza a comprar unas cosas. Cuando llegué, pude ver a una familia en el otro extremo de la calle y noté que estaban pidiendo dinero, no cargaba efectivo conmigo, pero les ofrecí invitarlos a comer, la madre mencionó que le avergonzaba ingresar al centro comercial porque su ropa estaba sucia, yo le dije que ese no era problema, porque no había razón para que lo fuera.
La forma como lucen o visten las personas no debería influenciar en cómo las vamos a tratar.
Mientras subíamos, ella iba agradeciendo, sus dos niñas jugaban por el pasillo y me contaban cosas sobre ellas. Les ofrecí elegir el restaurante en el cual querían comer y decidieron unas alitas porque no querían que gastara mucho, a este punto, realmente yo no estaba pensando en cuánto tendría que pagar, solo quería ayudarles.
El padre me contó la historia de cómo llevaban ya más de dos meses viajando y lo difícil que había sido su travesía hasta ese momento y mientras comían me contaron más historias sobre ellos, incluso me mostraron algunos videos que habían podido grabar; sin embargo, el celular que tenían estaba casi apagándose por la falta de batería. Lo cargaban cada que podían con la esperanza de conseguir wifi para conectarse y poder comunicarse con su familia en Venezuela, ya que, aunque viajaban ellos cuatro, habían dejado a dos hijos más en su país de procedencia.
Guardaron comida para llevar y luego acompañé a la madre a la farmacia y compré unos antibióticos para una de sus hijas, ya que la pequeña estaba enferma.
Les pregunté si necesitaban algo más, pero se negaron, así que les pedí que me acompañaran a un último lugar. Los llevé a la tienda de dulces, con el permiso de los padres les compré dulces a las pequeñas y también dos pequeños conejos de peluche y mientras comían sus dulces jugamos y reímos, dejando de lado todo el estrés o preocupaciones con los que pude haber cargado en aquel momento, ese buen rato me hizo feliz y me ayudó a olvidar todo lo que me agobiaba.
Fue un tiempo corto, quizá una hora nada más, pero lo bien que me hizo sentir lo compensa. Aun así, lo que más me sorprendió fue la naturalidad con lo que las niñas me contaron todas las pesadillas que habían vivido en ese viaje y ahí reafirmé que ser amable a veces facilita la vida de los demás.
Lo sé porque personas que no conozco me la han facilitado un par de veces.
También te cuento que mientras pensaba en redactar este escrito y compartir estas historias contigo les pregunté a mis conocidas sobre lo que significaba la migración para ellas y, a decir verdad, me di cuenta de que compartimos sentimientos muy parecidos, como el hecho de extrañar nuestro hogar y lo difícil de adaptarse a otro espacio u ciudades.
Migrar es un derecho humano porque es una decisión que se toma en busca de un bienestar para ti o el resto de personas que te acompañan.
Por ese motivo se debe garantizar el bienestar y el goce de todos estos derechos para las personas migrantes.
Recuerda, no conocemos sus historias, pero podemos aportar a que la trayectoria sea un poquito más fácil hasta su destino.
Si llegaste hasta aquí, te invito una Coca-Cola bien fría con una semita. Gracias por leerme. Y no olvides que puedes sugerir algún tema del que te gustaría que hablara, tengo muchas historias para contar.
Cuídate. Recuerda que viva te quiero, pero sobre todo feliz.