Miembros de la comunidad afroindígena que residen en Nueva York lograron sus sueños al crear negocios de sus aficiones. Se encuentran entre los miles de microempresas que crecieron después de la pandemia de COVID-19 en la gran manzana
Esta nota fue publicada originalmente en inglés en el Mott Haven Herald
Por Dashiell Allen
Nueva York, Estados Unidos. Digna Martínez perdió su trabajo en una empresa de servicio de comida a principios de la pandemia de COVID-19. Tras pasar mucho tiempo desocupada en casa, se volvió creativa: empezó a hacer diseños con frutas.
Inspirada por un colega de su trabajo, ya había comenzado a esculpir frutas. Aprendió algunos diseños a través de tutoriales de YouTube, pero nunca imaginó abrir un negocio con sus famosos Carritos de Sandía (Watermelon Strollers en inglés).
“De repente vino la pandemia”, recuerda Martínez. “Estaba en casa … y me estresé tanto que uno de mis hijos me dijo ‘mamá, vos sabés que podés crear tus platos de frutas’”.
Desde agosto del 2020, ha estado vendiendo platos de frutas esculpidas desde su casa. Las ofertas de su negocio, Diggy’s Creations en Instagram, incluyen fruta en el tamaño de un pastel de cumpleaños, paletas y sandías esculpidas que se parecen a un niño en un carrito.
Tres años después, Martínez tiene un trabajo nuevamente en un restaurante de Manhattan, pero durante los fines de semana se dedica a sus diseños de frutas. Y en el futuro, espera, Diggy’s Creations podría ser su trabajo de tiempo completo.
Martínez, una inmigrante hondureña de La Ceiba, es parte de la comunidad afroindígena garífuna, originaria de las costas caribeñas de Honduras, Guatemala y Belice, cuya población en el Bronx se estima en 100,000 personas. En el sur del Bronx, tras la pandemia, los empresarios garífunas están dispuestos a dejar su huella.

Negocios crecen en el Bronx
La pandemia de COVID-19 le dio un golpe fuerte al Bronx, el condado donde reside una gran parte de la comunidad garífuna en Nueva York. Su tasa de desempleo creció a 24.8% en mayo del 2021, pero en los últimos años una nueva ola de emprendedores han comenzado nuevos proyectos. Están creando “micronegocios” en persona y por internet, definidos por el gobierno de Estados Unidos como compañías con menos que 10 empleados.
El Bronx vio más aplicaciones para abrir negocios en los años después de la pandemia que en ningún año de la década anterior, según datos del censo. Representan un incremento de solicitudes de 66% entre 2019 y 2021.
Algunos de los emprendedores, como Martínez, decidieron perseguir sus sueños después de perder su trabajo. Para otros, el mundo después de la pandemia representó la oportunidad perfecta para ampliar un negocio que habían establecido en línea o en su hogar.
Emprendedores garífunas se levantan
Eudy Pérez, como Martínez, es una inmigrante garífuna de Honduras. Ella abrió su salón de belleza, Eudy Perez Cosmetology, en el tercer piso de un edificio de oficinas en mayo del 2022.
Salones de belleza no existen en su pueblo natal de Río Esteban, recordó. Pérez aprendió sobre la moda, el estilo y la belleza a través de su familia y sus amigas, quienes solían trenzar el cabello de una a otra.
En el 2015, algunos años después de llegar a Nueva York, Pérez empezó a estilizar el cabello de mujeres desde su apartamento. Pero aspiró a más. Después de ganar su diploma de la escuela secundaria en una universidad comunitaria y estudiar la profesión en una escuela de belleza, abrió su negocio.
“Mi familia tenía miedo. Me dijeron: ‘cómo vas a abrir un salón, cuando tantos negocios se cerraron durante la pandemia? Podría ser una gran pérdida”, dijo Pérez. “Y yo les dije ‘voy a arriesgarme porque este es mi sueño’. Y hasta la fecha no me arrepiento de nada”.
El salón de Pérez se encuentra en un espacio que antes era la oficina de un dentista. Ahora está dividido en muchos negocios más pequeños. En el mismo piso, Iván Moreira vende ropa con sus propios diseños en su tienda JRC Garifuna Corp.
Moreira ha estado haciendo camisas con el logotipo “Garifuna” desde 1996, inicialmente desde un dormitorio desocupado en el apartamento de su mamá y después en un estudio que alquiló. En 2018 dejó su trabajo manteniendo edificios para diseñar ropa a tiempo completo.
Después vino la pandemia y su negocio se disparó.
“La pandemia estuvo muy buena para nosotros. La gente tenía dinero y no sabía cómo gastarlo”, dijo Moreira, refiriéndose a los beneficios de desempleo que existían durante ese tiempo en Estados Unidos.
El día cuando fue a entregar camisetas personalizadas a Pérez para su salón, vio una oportunidad en el cuarto desocupado a su lado y supo que era el mejor momento para abrir su negocio.
Los diseños de Moreira, inspirados en su cultura, parecen los logotipos de un equipo de deportes. Un aficionado a los equipos neoyorquinos de Knicks (baloncesto), Giants (fútbol americano) y Yankees (béisbol), él también jugó dos años en el equipo nacional hondureño de baloncesto de hombres. Su esposa, Luce Hay, jugaba en el equipo nacional de mujeres. No se conocían en ese entonces, pero Hay reconoció a Moreira años después en una reunión garífuna en Nueva York en el 2019. Han sido pareja desde esa fecha.

Una reunión de mentes y talentos
Los tres emprendedores –Digna Martínez, Eudy Pérez e Iván Moreira– cruzaron caminos el 7 de mayo, cuando Pérez celebró a las estudiantes que se graduaron con su clase de maquillaje, todas con camisetas personalizadas por Moreira, y disfrutaron de un plato de frutas preparado por Martínez.
Para Belinda Lewis, quien también es parte de la comunidad garífuna, esta nueva ola de emprendimiento durante y después de la pandemia es un movimiento social por sí solo.
“Durante los años 90 y 2000… en nuestras mentes sólo las personas ricas podían abrir negocios, aunque fueran pequeños”, dijo Lewis. “Pensábamos que sólo los millonarios y billonarios podían establecer tiendas aquí”.
Lewis, una maestra en Nueva Jersey con experiencia en mercadeo, empezó su programa de televisión por las redes sociales, Hablando con Belili, durante la pandemia. Ella dedica su tiempo libre a apoyar a emprendedores como Martínez, quienes quieren ampliar sus negocios. A finales de abril organizó una tienda pop-up con 20 emprendedores garífunas, en Casa Yurumein, un centro comunitario en el Bronx.
“La pandemia… ha abierto los ojos de muchas personas para descubrir quiénes son”, dijo Lewis. “Y eso es algo que deberíamos tomar en serio”.
A la vez, Lewis prevé retos más adelante para muchos emprendedores nuevos, incluyendo una falta de conocimiento sobre las finanzas y la falta de acceso a recursos financieros. Cuando se trata de registrar un negocio o desarrollar un plan de negocios, algunas personas no saben dónde comenzar. Incluso la tarifa de $200 para registrar una marca (LLC, por sus siglas en inglés) puede ser difícil para algunos emprendedores.
Precios –y esperanzas– suben
Los planes para el futuro dependen también de la inflación. Pérez dice que está cobrando $5 más ahora para un corte de pelo de lo que cobró hace un año, mientras que los precios para los productos de belleza suben.
Martínez también tuvo que ajustar los precios para sus platos de frutas. “Antes los vendía por $45, pero ahora estoy cobrando $85 a 95, dependiendo del tamaño”, dijo. “Gracias a Dios que nadie se queja”.
Por ahora, al menos, Martínez, Pérez y Moreira están mirando adelante.
Martínez planea abrir una tienda física algún día. Pero es posible que sea en Houston, Texas, en vez del Bronx. Nueva York es demasiado caro, dijo, y además su hija mayor vive en Texas.
Después de un año, Pérez dijo que no está obteniendo beneficios todavía. Pero no más tiene que usar sus ahorros para pagar el alquiler y planea expandirse a un espacio más grande en el futuro.
También está entrenando a la siguiente generación de cosmetologistas. Está inspirada por Diana y Miki Guillén, dos hermanas, también de Honduras quienes llevaban más de cuatro meses trabajando con ella. También aspiran a ser emprendedoras.
“Yo veo hambre en ellas”, dijo. “Hambre de conquistar Estados Unidos a través de la belleza”.
Moreira también es optimista.
“Espero que para el siguiente año tengamos un espacio más grande”, dijo, “y que no sea en el tercer piso”.