La ruta es penosa para la segunda caravana de migrantes. cientos de hondureños y hondureñas siguen escapando de la violencia y la pobreza en busca de una mejor vida en Estados Unidos
Por Dunia Orellana
En Guatemala las espera el toque de queda y la militarización de las ciudades. En México las acecha la guerra de las bandas de narcos, el tráfico de personas y el viaje por la selva y el desierto. En la frontera estadounidense están condenadas a la deportación inmediata.
A pesar de todo, más de 300 personas salieron la tarde del 29 y la madrugada del 30 de marzo de San Pedro Sula, Honduras, en la segunda caravana de migrantes de 2021.
Llegaron en pequeños grupos a la Gran Terminal de Buses desde las 12:00 del mediodía del 29 de marzo, bajo el candente sol de Semana Santa. Los anuncios de la caravana aparecieron en Facebook días antes para que los y las migrantes “se pusieran las pilas”.

Familias enteras, parejas de esposos o novios y grupos de amigos acudieron cargando mochilas con unas pocas pertenencias para esperar la orden de partir hacia el punto de reunión en Corinto, en el departamento de Cortés, en la frontera honduroguatemalteca.
En sus mochilas cargaban suéteres y sudaderas para resistir el frío de la madrugada mientras pasaban la noche tendidos en el piso de cemento o en las franjas de hierba que rodean la Terminal.
Lo tienen claro. Huyen de Honduras porque dicen que no tienen trabajo, que están cercados y cercadas por la violencia, que sus hijos les piden comida y no tienen nada que darles.
También huyen de la red de corrupción que envuelve al país, donde el hermano del presidente Juan Orlando Hernández, Antonio “Tony” Hernández, acaba de ser condenado a cadena perpetua más 30 años de cárcel por narcotráfico en una corte de Nueva York.

Escapan de su país poco después de haberse realizado las elecciones primarias en las que se convirtieron en candidatos para las elecciones generales de noviembre el liberal Yani Rosenthal y el nacionalista Nasry Asfura.
Rosenthal recibió tres años de cárcel y 2.5 millones de dólares de multa en Estados Unidos por lavado de activos, pero salió libre, volvió a su país y se convirtió de la noche a la mañana en el inesperado candidato presidencial del Partido Liberal.
Entretanto, la entrega los documentos de identidad se ha retrasado sospechosamente, por lo cual se rumora que el gobierno actual planea emplear ese retraso para boicotear las elecciones y mantener a Juan Orlando Hernández en el poder.
cronología de la destrucción
Marzo del 2020: Debido a la pandemia del COVID-19, América Latina ha vivido su “peor crisis social, económica y productiva” en 120 años, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Noviembre del 2020: Dos huracanes —Eta e Iota— devastaron Honduras, Nicaragua y Guatemala.
Diciembre del 2020: Las pandillas, la corrupción, la violencia y los efectos de la crisis medioambiental y escasez de vacunas contra la COVID-19 han expulsado a muchos de la región centroamericana.
“Con una baleada no podemos dar de comer a tres niños”
Melissa no tiene trabajo, pero sí tiene tres hijxs. La pregunta que se hace a diario es cómo alimentarlos. Llegó a la Gran Terminal desde La Ceiba con su esposo, su hermano y sus tres niñxs de cinco, cuatro y tres años. Está segura de que su vida va a mejorar en Estados Unidos.
“Nos falta trabajo. Con una sola baleada no podemos darles de comer a tres niños”, dijo Melissa. Ella y su marido tuvieron que huir de la pobreza causada por la COVID-19, así como el desastre ocasionado por los huracanes Eta y Iota, que dejaron a más de cuatro millones de hondureñxs afectadxs directamente.

Como la familia de Melissa, mujeres, hombres, niños, niñas y jóvenes se agruparon alrededor del gigantesco edificio de la Terminal para aguardar la orden de salida.
En su mayoría no andaban mascarilla para protegerse del coronavirus y posiblemente no cargaban ningún desinfectante para limpiarse las manos. El virus era lo que menos les importaba.
Los coordinadores y coordinadoras anónimxs de la caravana dieron la primera orden a las cuatro de la tarde. A esa hora, más de cien personas comenzaron el éxodo hacia Corinto. La cantidad de migrantes era mínima en comparación con los más de 5,000 que salieron en la primera caravana del 16 de enero de 2021.
Parecen aún menos si los comparamos con los casi 10,000 que se congregaron cuando la primera caravana llegó al punto de reunión en El Florido en aquella ocasión.
Son menos ahora porque no quieren llamar tanto la atención como en enero, cuando la enorme primera caravana se topó en cada punto clave de su recorrido con la oposición de los gobiernos y las fuerzas armadas de Honduras, Guatemala y México.
Hace dos meses y medio, grupos de infiltradxs confundieron supuestamente a las y los migrantes de la primera caravana y, en vez de conducirlxs al punto de reunión en El Florido, lxs llevaron a Corinto, donde nadie lxs esperaba.
“Soy el sostén de mi familia , tengo miedo de huir, pero qué le voy a hacer”.
María de 32 años
Lxs paran desde Honduras
Cayó la noche y unas 200 personas, tendidas en las aceras y en la hierba de las islas de cemento que rodean la terminal, esperaban la segunda orden de partida.
Hacia las 11:00 PM del 29 de marzo, algunxs migrantes sacaron sábanas para acostarse en el cemento o en la hierba. Otrxs simplemente se taparon el cuerpo y la cara con suéteres o sudaderas y se tiraron al suelo en busca de algo de reposo.

Bajo el cielo nublado que anunciaba lluvia, las y los desplazados se distribuyeron por los terrenos adyacentes a la Terminal. Los mismo hicieron policías y militares. Las y los uniformados preventivos platicaban cerca de las patrullas en grupos de cinco a diez mientras los soldados ocupaban puestos en el puente elevado que cruza el bulevar a Tegucigalpa para vigilar a la masa de migrantes.
Otros policías militares estaban repartidos en un radio de 200 metros alrededor de la Terminal. Llevaron los camiones verdes que no faltan en las calles de Honduras para “mantener la paz” siempre que se anuncia una manifestación de cualquier clase.
Al lugar llegaron periodistas de varios medios de comunicación. “Vimos gente de Canal 11, Univision y Radio Progreso”, dijo María Santos López, quien llegó desde la tarde del 29 de marzo con su familia para unirse a la caravana. “Pero no hemos visto gente de HCH”.

Las y los migrantes se negaban al comienzo a dar declaraciones a los medios. Muchxs estaban renuentes sencillamente porque les tenían miedo a las cámaras. Para otros y otras era imposible hablar porque llevaban consigo niños y niñas y no quería revelar su identidad a nadie para evitar problemas con excompañeros o excompañeras de hogar, con juzgados o con instituciones de protección de la niñez.
La presencia de policías militares y preventivos en la Terminal y sus alrededores era la señal más clara de la actitud del Gobierno frente a la migración masiva de este año. Como en enero, hay varios “filtros” a lo largo de la ruta para dejar que la menor cantidad posible de desplazadxs logre pasar por las tres fronteras que los separan de su “sueño”.
El primer filtro es el punto fronterizo honduroguatemalteco de Corinto, donde las autoridades hondureñas retuvieron a muchos de los y las migrantes después de pedirles documentos y pruebas negativas de COVID-19.
A pesar del bloqueo del gobierno de Guatemala para migrantes que intentan pasar de forma irregular por los puntos fronterizos repartidos desde Honduras hasta Estados Unidos, los y las desplazadas no se dan por vencidxs. En territorio guatemalteco se decretó toque de queda y el ejército se adueñó de las principales calles para perseguir y obligarlxs a regresar a Honduras.
Muchos y muchas tienen la firme creencia de que el gobierno de Joe Biden lxs dejará entrar dándoles estatus de refugiadxs. ¿Podrán pasar la frontera norte y entrar en Estados Unidos? Esa pregunta todavía no tiene respuesta.
Mientras tanto, miles esperan todavía en Tijuana y Juárez, dos ciudades mexicanas que las organizaciones de ayuda humanitaria llaman “la cárcel del migrante”.