Te contamos los relatos de mujeres hondureñas, dominicanas, mexicanas y chinas obligadas a trabajar jornadas de 24 horas en el cuidado de personas mayores. Solo les pagan 13. Ese trabajo “destruye vidas”, según ellas
En el Día Internacional de la Mujer, las inmigrantes que viven en Nueva York están reclamando sus derechos laborales
Por Dashiell Allen
Nueva York, Estados Unidos. A las 11 de la mañana, a pesar del frío del invierno, docenas de mujeres –en su mayoría chinas y latinoamericanas– se reunieron en la calle, afuera de las oficinas de la Movilización Nacional Masiva contra los Talleres Clandestinos (sweatshops) para protestar por sus condiciones laborales.
Esas mujeres son trabajadoras domésticas encargadas del cuidado de personas que requieren atención constante y trabajan en jornadas de 24 horas sin cesar, de cuatro a siete días a la semana.
Reportar Sin Miedo habló con varias de esas trabajadoras, todas las cuales denuncian que este trabajo ha destruido sus vidas física y mentalmente, dejándolas con huesos rotos, cansancio y debilidad perpetua.
“Uno se sacrificaba y lo hacía”, dijo Reina Caba, inmigrante dominicana, quien fue trabajadora de 24 horas por más de siete años. “En ese transcurso, una dejaba de atender a sus hijos. Una dejaba de hacer cosas que necesitaba hacer. Muchas temporadas, en los días de fiesta, tenía a veces que estar con los pacientes”.
“Yo tuve una operación del hombro, las rodillas, la espalda me duele, mis muñecas me duelen. A veces se me caen las cosas de la mano. Me duelen las rodillas para subir las escaleras”, dijo Elvia Fernández, otra trabajadora.
Este trabajo también toca a algunos hombres. Álvaro Ramírez, otro trabajador, denunció que la jornada de 24 horas como asistente médica en casa es “muy dura porque pierde a la familia, pierde el sueño, queda con dolores en el cuerpo”.
Ramírez trabajó 24 horas por casi 15 años desde que migró de República Dominicana. No le quedaba de otra. Fue el único trabajo que podía sostenerlo.
Otra trabajadora, Justa Barrios, era una hondureña de la comunidad garífuna. Ella falleció en 2020 del coronavirus, lo cual muchxs de sus amigxs y colegas atribuyen a su debilidad física debido al trabajo de 24 horas.
Sorprendentemente, Barrios dijo que ese trabajo fue más duro que las condiciones que experimentó en las fábricas de Honduras.

“Tengo anemia y dolor de espalda. No puedo dormir por el estrés”, dijo en un testimonio. “En Honduras jamás vi una jornada de 24 horas. Trabajé en una maquila 10 horas al día. Teníamos una hora para almorzar. Honduras es bien pobre y aún así no tenemos jornadas de 24 horas. ¿Por qué aquí en Estados Unidos, un país rico, tenemos esas jornadas?”.
Y es cierto. Es fácil preguntarse cómo puede ser legal esta explotación laboral. Sobre todo en un estado como Nueva York, que tiene un presupuesto anual de 210 mil millones de dólares.
Según las leyes del estado de Nueva York, a lxs trabajadorxs que cuidan personas se les permite quedarse trabajando 24 horas en la casa de sus pacientes, con tal de que tengan ocho horas de sueño y tres más para descansar durante el día.
Por eso, las agencias de cuidado solo están obligadas a pagarles 13 horas de trabajo. Sin embargo, de acuerdo con docenas de testimonios, esas condiciones –sueño y descanso– casi nunca se cumplen.
En la gran mayoría de los casos, lxs trabajadorxs denuncian que tienen que despertarse al menos cada dos horas para llevar a su paciente al baño, para cambiar su posición en la cama o atender sus demás necesidades.
Según las leyes del estado, sus derechos están siendo violados, pero trabajar 24 horas, cuatro días a la semana, es considerado legal, según los empleadores, quienes sostienen que a las trabajadoras sí se les respetan sus derechos.
Organizadas por la campaña social Ain’t I A Woman? (¿No soy yo mujer?), las trabajadoras no se dejan engañar.
Piden tres cosas: que se dividan las jornadas de 24 horas en dos turnos de 12, que les devuelvan sus sueldos “robados” por las once horas no pagadas a lo largo de muchos años y que sus empleadores se disculpen.
Ellas han presentado su caso frente a los tribunales, pero fueron forzadas a participar en un proceso de arbitraje obligatorio debido a las condiciones de su contrato con un sindicato poderoso, 1199 SEUI.
Ese proceso legal concluyó el lunes pasado con un acuerdo de 30 millones de dólares, que serán pagados por 42 agencias que emplean a más de 120 mil trabajadoras. Si fuese dividido igualmente entre todas, sería $250 para cada unx; en realidad, los pagos serán de hasta 3 mil dólares para algunxs y casi nada para otrxs, dependiendo de cuántas jornadas de 24 horas han trabajado.
“Esta es una victoria para lxs trabajadores del 1199 y para nuestras familias, y estoy orgullosa de formar parte de la lucha para garantizar que lxs trabajadores de 24 horas reciban una remuneración más justa”, dijo la trabajadora de atención domiciliaria del 1199, Argelis Sánchez, en un comunicado de prensa preparado por el sindicato.
Pero muchas de las demás trabajadoras se burlan de esas noticias. Afirman que sus empleadorxs les deben más de $200,000 a cada una.
Según sus estimaciones, a la trabajadora de 24 horas Lai Yee Chan le deben más de $247,000 por seis años de trabajo.

“¿Para qué sirven 250 dólares?”, dijo Fernández a Reportar Sin Miedo. “Deben pagarnos justo lo que nos deben”.
Lxs trabajadorxs que se presentaron en el plantón durante el 8M se comprometieron a no dejar de luchar hasta que se cumplan sus demandas.
Y tal vez no sea coincidencia que esa protesta tuvo lugar en las calles de Nueva York en el Día Internacional de la Mujer, fecha destacada por una protesta de trabajadoras de textiles en 1857, quienes denunciaron sus bajos sueldos y condiciones “subhumanas”.
El mes de marzo se destaca también por un incendio en una fábrica textilera de dicha ciudad en 1911 que mató a 146 trabajadoras inmigrantes.
Ahora, las trabajadoras de 24 horas denuncian que están siendo explotadas por ser mujeres e inmigrantes, algo que llaman “violencia racista” porque dicen que la sociedad y sus empleadores las perciben como inferiores.

En cierta forma, como destacaban en la protesta varias activistas y trabajadores, no ha cambiado mucho para las trabajadoras inmigrantes, al menos para las obligadas a trabajar el turno de 24 horas.
“Me dice que está a favor de nuestros derechos, se está limpiando el trasero con nosotros”, dijo Leticia Panamá Riva, una trabajadora de 24 horas jubilada, sobre el acuerdo que hizo su sindicato. “Lo que ellos están haciendo es robándonos nuestros salarios. Encima, nuestra salud mental y física”.
“Este país está hecho por toda la gente migrante de alrededor del mundo”, concluyó Rivas.
“Y si la gente trabajadora de este país dice ‘basta de la explotación’, este país colapsa. Así que, compañeras, no tengan miedo, que aquí tenemos nuestros derechos. ¡No a las 24 horas!”.
El testimonio de Epifania Hichez:
El testimonio de Petronila Silva: