Este partido ultraderechista y conservador, que sigue respondiendo a la clase pudiente del país por sus intereses mezquinos y gozó de las mieles del poder, ahora se da sus baños de pureza desde la oposición
Por Kevin Contreras
Tegucigalpa, Honduras. Doce años pasaron luego del fatídico golpe de Estado que montó la oligarquía hondureña con sus aliados del crimen organizado representados en el Partido Nacional como una estructura criminal, como los catalogan los medios internacionales, en alianza con el «lado oscuro» del Partido Liberal de Honduras, reafirmando así la alianza del bipartidismo que despedazó a este pueblo humilde y luchador.
Después de los escenarios de los fraudes electorales montados en 2013 y 2017, Honduras sufrió los golpes de un modelo neoliberal, que privatizó todo lo público que tenía el pueblo, convirtiendo así al Estado de Honduras en un narcoestado liderado por el clan de los Hernández y sus aliados, algunos de los cuales siguen gozando de impunidad desde sus comodidades construidas mientras otros continúan ocupando un escalón en el Poder Legislativo.
Este partido ultraderechista y conservador, que sigue respondiendo a la clase pudiente del país por sus intereses mezquinos y gozó de las mieles del poder, ahora se da sus baños de pureza desde la oposición luego de la revelación del pueblo hondureño que los venció por tercera vez en las urnas con más de 1.7 millones de votos, logrando quitarles las llaves del país, el cual vendieron sin piedad a extranjeros con dudosa reputación.
Ahora desde la oposición, con su gran estilo como los antiderechos que representan, siguen a toda costa desmoralizando las acciones del gobierno, llenos de mentiras, argumentos absurdos y continuando con sus discursos de odio con la clase pobre del país, así como en contra de los derechos de las mujeres y de la población LGBTIQ+.
Ese odio que representa la clase conservadora mediante esa institución política es por los pequeños pero sustanciales pasos que ha dado el Estado de Honduras en respeto a los derechos humanos, como ser el reconocimiento de la ley de identidad de género, la despenalización de la PAE y la participación política, entre otras.
Al recibir golpe tras golpe de la voluntad del pueblo por la vía democrática, han ido perdiendo sus poderes que los mantenían en su gloria, como el poder de la presidencia de la República, el control del Congreso Nacional y ahora el Poder Judicial, donde jugarán sus últimas cartas para no perder la Fiscalía General de la República.
Afortunadamente, tenemos un pueblo que sabe pasar factura por medio de la democracia, donde sabemos que ese 74 por ciento de la población en situación de pobreza y el 53 por ciento en pobreza extrema no perderán la oportunidad de seguir castigando a la clase política podrida en corrupción que se escuda bajo sus discursos de odio contra las poblaciones que han estado en vulnerabilidad por décadas.
Las luchas de la clase obrera, de las mujeres, de las poblaciones diversas, de los pueblos originarios y de aquellos sectores que fueron afectados en estos años de dictadura seguirán construyendo espacios democráticos para avanzar en colectividad y construir una sociedad más justa y equitativa, donde esos discursos de los antiderechos se continúen destruyendo hasta quedar enterrados lentamente al paso que la justicia los alcance y que no logren llegar nuevamente al poder para volver a desangrar a este pueblo que sufrió las embestidas de la crueldad que caracteriza a ese instituto político denominado, «el glorioso» Partido Nacional de Honduras.
Comments 1