Por Dashiell Allen
Nota reproducida de Latinarepublic y traducida al español por Reportar sin Miedo
Néstor Hernández, activista gay y fundador de la organización Honduras Diversa, comparte con Reportar sin Miedo su visión de una Honduras segura, equitativa e inclusiva, y su experiencia personal al recibir ataques y amenazas homofóbicas.
Hernández alega que él y su organización fueron objeto de ataques en febrero por parte de miembros de la Policía Nacional de Honduras por publicar en Internet sobre la muerte de Keyla Martínez cuando estaba bajo custodia policial.
Considera esencial proporcionar espacios seguros -tanto físicos como virtuales- a los hondureños LGBTQ, que no están protegidos por ninguna ley contra la discriminación, lo que ha llevado a muchos de ellos a abandonar sus hogares con la esperanza de refugiarse en otro país. Hernández, que buscó refugio en España en 2019, regresó a Honduras después de nueve meses para ser un “agente de cambio” en su comunidad.
Hernández es también el estratega digital de Reportar sin Miedo, la primera publicación hondureña centrada en el colectivo LGBTQ.
¿Cómo es ser un joven LGBT en Honduras?
Como jóvenes somos las principales víctimas de la violencia en todo el país; como LGBT somos segregados, discriminados, agredidos, amenazados y asesinados por no cumplir con la sociedad heterosexual y fundamentalista.
Somos víctimas de la violencia estatal, social y cultural; los medios de comunicación siempre hacen sensacionalismo político para mantener sus altos índices de audiencia a costa de las personas LGBT; los líderes religiosos perpetúan constantemente el discurso de odio diciendo que la homosexualidad es un pecado, que irás al infierno por ser gay, que tienes un demonio dentro de ti.
A nivel político, ninguno de los partidos está interesado en realizar cambios legales que permitan detener la violencia de la que son víctimas las personas LGBT. Nunca sabemos lo que nos puede pasar. No sabemos si hoy podemos estar vivos y mañana podemos estar muertos, por todas las desapariciones y agresiones que ocurren en este país. La Red Lésbica de Cattrachas ha registrado 373 crímenes de odio contra personas LGBT desde 2009, personas asesinadas por ser diferentes a la norma impuesta por el sistema patriarcal.
Me fascinó una frase que usaste en una entrevista con El País: dijiste: “Salir del armario en Honduras te expone a ser asesinado; y no hacerlo, al suicidio”. ¿Podrías explicar con más detalle lo que querías decir con eso?
La mayoría de las veces salir del armario en Honduras es sinónimo de que tus padres te echen de casa, de que te manden al psicólogo o de que un sacerdote o ministro te haga un supuesto exorcismo para liberarte de tus “demonios”. También significa ser víctima de la violencia dentro de tu familia y potencialmente el trato cruel e inhumano podría llevarte al suicidio. Porque aquí se criminaliza ser quien eres, es un pecado ser abiertamente LGBT; pero al mismo tiempo, si eres un narcotraficante o un asesino, un mujeriego o un machista, eres aplaudido por una sociedad extremadamente hipócrita.
Me imagino que es prácticamente imposible registrar cuántas personas se suicidan específicamente por su orientación sexual o identidad de género.
Sí, sobre todo porque la mayoría de las veces la familia trata de ocultar la razón por la que la persona se suicidó. En los casos que conozco suelen ser sus amigos, más que sus familiares, los que nos informan de todo. Las familias nunca piden ayuda para ser aliados. Nuestra vida es casi como la de la película Prayers for Bobby.
¿Cuáles fueron las condiciones que los llevaron a buscar refugio en España?
Más que nada por una serie de amenazas, por ser perseguido y por el asesinato de mis familiares, ya que el nuevo modus operandi de los criminales es atacar a las personas que más quieres y en muchos casos eso significa atacar a los familiares de las personas.
Y no obtener ninguna respuesta del sistema de justicia del Estado. El mecanismo nacional de protección no hizo nada por mi situación. En 2019, el estrés [de la situación] me llevó a pedir ayuda a organizaciones internacionales. La organización LGBTI Aldarte en el País Vasco me remitió al Programa de Protección de Defensores de Derechos Humanos.
Allí iba a estar seis meses en un sistema de acogida temporal con otras dos personas de Colombia, donde nos reunimos con diferentes instituciones del gobierno del País Vasco, con los medios de comunicación, y protagonizamos conversaciones sobre la situación que viven nuestros países del Sur Global.
Cuando regresé a Honduras en octubre, El País publicó su artículo [sobre mí]. Volví a vivir con mis padres y, por segunda vez, fui amenazado y agredido: la gente se reunió frente a la casa de mis padres gritando por megáfonos: “¡Fuera de ahí pollo [culero], no queremos pollos aquí!”.
Todo está grabado en video y una vez más pedí ayuda al mecanismo de protección de los defensores de los derechos humanos: me dieron una respuesta negativa, diciendo que los hechos no estaban ahí. En resumen, lo que trato de decir es que era necesario que me golpearan, que me dispararan, que me mataran, para que se activara el mecanismo.
Entonces, el 17 de febrero recibimos amenazas de perfiles anónimos en las páginas de las redes sociales [de Honduras Diversa] y en mis cuentas personales [supuestamente] de agentes de la Policía Nacional. También jaquearon la cuenta de Instagram de nuestra organización y escribieron que teníamos que dejar de escribir sobre el caso de Keyla Martínez [una enfermera de 26 años] que fue asesinada por agentes de la Policía Nacional [bajo custodia policial] en Intibucá, Honduras.
A través de las redes sociales, Honduras Diversa fue la que más impacto tuvo [en la concienciación] a nivel nacional e internacional y luego, el 17 de febrero, empezaron a amenazarnos. Todo esto lo denunciamos ante el mecanismo nacional de protección, pero al mismo tiempo no queríamos hacer un escándalo ni dar visibilidad a lo sucedido porque no queríamos convertirnos en protagonistas.
Porque nuestro objetivo era exigir #JusticiaParaKeyla. En este caso, las redes criminales dentro de las agencias de seguridad nacional intervinieron nuestros celulares y computadoras porque conocían nuestras ubicaciones IP. En mi caso [creo que] los agentes del Gobierno me escribieron diciendo que sabían exactamente dónde estaba viviendo (proporcionando la dirección exacta de mi casa) y que yo era quien hacía todas las publicaciones.
[Desde entonces, la situación de Hernández ha mejorado y vive en un lugar seguro].
¿Por qué decidiste volver a Honduras desde España, dadas las amenazas a las que te enfrentabas?
Porque soy un defensor de los derechos humanos enamorado de la lucha, toda mi vida está dedicada a querer cambiar un sistema que históricamente me ha oprimido. Volví porque no me gusta el país donde vivo y creo que como agente de cambio puedo promover cambios. Como dice Mahatma Gandhi, “somos el cambio que queremos ver en el mundo”.
España me pareció casi perfecta, me encantó, conocí a personas muy especiales en mi vida, incluso me enamoré de una de ellas. España me mostró tanto la versión más débil como la más fuerte de mí mismo. No creo que haya nada más bonito que estar aquí en la lucha, pero al mismo tiempo con un pie en la tumba. A menudo hay que arriesgar la vida y no se obtiene ningún tipo de apoyo legal o interés por parte del Estado. Quiero transformar y deconstruir la sociedad en la que vivimos para crear una más justa, diversa y equitativa.
Durante tu estancia en España, ¿has conocido a muchas otras personas LGBTQ de Honduras?
Pedí al programa vasco que me permitiera reunirme con hondureños LGBT que estuvieran buscando asilo o que lo tuvieran para poder conocer sus experiencias e historias más allá de simplemente por qué se habían ido del país; llegué a conocer a unos cinco [de ellos]. Pero en diciembre del año pasado conocí a muchos más cuando la organización que trabaja con inmigrantes y solicitantes de asilo en el País Vasco inició una campaña llamada “Historias con mucho peso”, que visibiliza los pesos que cargan los inmigrantes, como la historia de Kimora que compartió que el solo hecho de ser parte de la comunidad LGBT limita su acceso al trabajo.
Muchas veces se dice que “llegaron cinco mil hondureños o que cinco mil hondureños están pidiendo asilo en España o que quince mil personas están pidiendo asilo en la frontera con Estados Unidos de las caravanas de migrantes”. Pero sólo dicen las cifras, no cuentan las historias que hay detrás de esos números. ¿Cuántas personas tuvieron que regresar porque se cayeron del tren y se rompieron una pierna? ¿Cuántas personas fueron secuestradas por el crimen organizado?
¿Cuántas mujeres han sido secuestradas o han sido víctimas de violación? ¿Cuántas personas fueron secuestradas y asesinadas porque sus familias no pudieron pagar el rescate para liberarlas? Nadie cuenta esas historias: cuentan cuántos llegan, pero no cuántos quedaron atrás.
¿Cuáles son algunas de las estrategias que han desarrollado para proteger a los jóvenes LGBTQ en Honduras? En otras palabras, ¿cuál es el cambio que ustedes quieren que se produzca en el mundo?
Trabajamos para crear visibilidad y comunidad, algo que históricamente ha faltado en el colectivo LGBT de Honduras. Denunciamos todos los actos de discriminación y denunciamos a los políticos que promueven el discurso del odio. Ahora mismo estamos intentando financiar un albergue para jóvenes LGBTQ que tienen que dejar sus casas por su orientación sexual o identidad de género, basándonos en la Casa Frida de Ciudad
de México.
Necesitamos redes de apoyo a nivel internacional de personas LGBT que quieran colaborar para mantener el centro. Actualmente tenemos una red de contactos con organizaciones que prestan servicios a personas que son víctimas de la violencia y en casos de desplazamiento forzado. Lxs acompañamos y les ayudamos a denunciar casos de violaciones de derechos humanos y de violencia contra las personas LGBTQ.
En este momento estamos creando espacios seguros en las redes sociales y denunciando páginas o perfiles que hacen publicaciones contra las personas LGBT. Hace unas semanas denunciamos a un medio de comunicación llamado MixFM, que crea contenidos de entretenimiento que promueven la discriminación y la violencia contra las personas LGBT.
¿Cómo se aseguran de que al mismo tiempo que visibilizan a la comunidad LGBT no están invitando a más amenazas o ataques homófobos?
Nuestras estrategias son diferentes de las campañas que utilizan otras organizaciones. Otras organizaciones básicamente te piden que no las discrimines, “no me discrimines por ser gay”, “todos somos iguales”. En cambio, nosotros intentamos construir una comunidad interna, diciendo a nuestra propia comunidad que eres importante, que eres valioso, que mereces ser respetado, trabajando desde dentro.
Porque, si no trabajamos desde dentro, no podremos trabajar desde fuera. Así que tenemos que crear una comunidad, una red de ayuda. Y eso es exactamente lo que ha ocurrido en las redes sociales: cuando una persona homófoba comenta algo, 30 personas acuden a debatir su argumento. La juventud está aprendiendo y son los agentes de cambio que quizás ahora sólo pueden hacer un poco, pero es todo lo que podemos hacer debido a la pandemia.
Miembros de Honduras Diversa pintan una calle con los colores del arcoíris para crear visibilidad.
¿Cuál es tu papel al colaborar con Reportar sin Miedo?
Ayudo a darles protagonismo desde una perspectiva decolonial LGBT e inclusiva. Hago publicaciones y creo contenidos -imágenes, videos- que puedan tener un impacto en la sociedad. Creo estrategias de comunicación que puedan transmitir efectivamente un periodismo diverso y participativo, que sea a la vez informativo y con un enfoque humanista, no como el enfoque sensacionalista que es típico en la prensa hondureña.
¿Podrías explicar con más detalle la diferencia entre el periodismo tradicional hondureño y Reportar sin Miedo? ¿Por qué es importante Reportar sin Miedo?
Es importante porque es una publicación humanista. Lo que tratamos de hacer es humanizar las historias, más que informar “mataron a cinco personas por esta y aquella razón”. No decimos “mataron a un transexual”. Te pongo un ejemplo de un típico titular hondureño: “Mataron a un hombre vestido de mujer en la calle”.
Lo que intenta Reportar sin Miedo es contar la historia de fondo: ¿por qué esa persona tiene que tener justicia? ¿Por qué el sistema del país no da justicia al 91% de los crímenes de odio? Se trata de eso, de transformar el tradicional sensacionalismo y victimismo [de los grandes medios de comunicación] en algo más humanista y de contar una historia sin revictimizar a la víctima.
¿Podrías explicarme qué significa para ti la “disforia del pensamiento”?
Es algo en lo que he empezado a trabajar recientemente. Publiqué un artículo en Reportar sin Miedo en el que elaboré lo que creo que podría ser desde mi propia experiencia. Lo que intento enfocar con la disforia del pensamiento es básicamente el rechazo a la forma en que gestionamos las emociones relacionadas con nuestra salud mental. Es el rechazo a la forma de pensar del inconsciente colectivo con el que fuimos creados -el inconsciente colectivo machista, patriarcal, misógino, LGTB-fóbico, racista y colonial- y cambiarlo por una forma de pensar mucho más crítica.
Una forma de pensar que nos diga qué tipo de agentes de cambio vamos a ser en el mundo o en esta sociedad. ¿Qué papel vamos a desempeñar como personas conscientes y deconstruidas? Es algo que quiero terminar de escribir o afinar con la ayuda de otras personas que puedan saber más de filosofía y antropología social y poder armar una teoría completa de lo que podría ser la disforia del pensamiento como un rechazo a este inconsciente colectivo con el que fuimos construidos, deconstruyéndolo y reconstruyéndonos como personas.
Para saber más sobre la población LGBTQ de Honduras -tanto su resistencia como sus luchas-, Hernández recomienda este documental:
Dashiell Allen se graduó en el Reed College, donde estudió Literatura Latinoamericana y Española Peninsular. Dashiell eleva las voces de los activistas y organizadores que trabajan para promover los derechos humanos y los derechos de los inmigrantes. Su trabajo contribuye a romper con los estereotipos y llamar la atención sobre historias poco difundidas en toda América Latina.